viernes, 18 de noviembre de 2011

El Sínodo sobre la Nueva Evangelización y la Iglesia latinoamericana

“¡Ay de mí si no evangelizara!” (1Co 9,16) escribe San Pablo apasionado por anunciar y Cristo y su mensaje de amor. Con esa misma inspiración, Pablo VI en Evangelii Nuntiandi enseña que “evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (EN 14). La razón de ser de la Iglesia es comunicar el amor de Dios que se hace hombre en Jesucristo, quien con su muerte y resurrección nos libera del poder del pecado y de la muerte. Todos los esfuerzos de la Iglesia, todas sus instituciones (parroquias, movimientos, colegios, etc.) toman sentido en la medida en que se orientan a hacer presente el amor de Dios en el mundo.
Juan Pablo II, queriendo suscitar un nuevo fervor misionero, llama a la Iglesia a una Nueva Evangelización, que debe ser “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” (Discurso al CELAM en Haití, 9/3/1983). No se trata de “re-evangelizar” prescindiendo de lo que ya se hizo, sino de “una evangelización que continúe y complete la obra de los primeros evangelizadores” (Homilía en Santo Domingo, 12/10/1984). Ese llamado, que fue hecho primeramente para las Iglesias de América Latina, luego se extendió a toda la Iglesia. Dice la exhortación post-sinodal Christifideles Laici:
“La Iglesia tiene que dar hoy un gran paso adelante en su evangelización; debe entrar en una nueva etapa histórica de su dinamismo misionero. […] Las llamadas Iglesias más jóvenes necesitan la fuerza de las antiguas, mientras que éstas tienen necesidad del testimonio y del empuje de las más jóvenes, de tal modo que cada Iglesia se beneficie de las riquezas de las otras Iglesias” (ChL 35).
Ya concluida la primera década del tercer milenio, Benedicto XVI vuelve a impulsar esa intuición renovadora de su predecesor dando dos pasos fundamentales en ese sentido. El 21 de septiembre de 2010 crea un dicasterio ad hoc: el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Y el 24 de octubre de 2010 decide dedicar la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos –a celebrarse en octubre de 2012– a reflexionar sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.

¿Qué podemos aportar al Sínodo?

Ante la inminencia de este evento, cabe preguntarnos: ¿Cuál es el aporte específico que puede hacer la Iglesia latinoamericana a esta Asamblea que buscará “examinar la situación actual en las Iglesias particulares, para implementar […] nuevos modos y expresiones de la Buena Noticia”? (Lineamenta, prefacio). Los Lineamenta para la preparación del Sínodo invitan a las Iglesias particulares a preguntarse: “¿Qué ejercicios de discernimiento histórico sería útil compartir en el seno de la catolicidad de la Iglesia?” (Ibíd. 4,2). En otras palabras, de todas las riquezas que Dios desplegó en la Iglesia universal, ¿cuáles son las que se destacan especialmente en la vida de nuestro pueblo fiel y que merezcan ser comunicadas a las otras Iglesias para ser tenidas en cuenta en la Nueva Evangelización?
Un cauce para la reflexión nos abren las recientes palabras del presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, el arzobispo Rino Fisichella, en el Encuentro internacional con delegados de Conferencias Episcopales y de “realidades eclesiales”. En su discurso inaugural, propuso que el cambio de perspectiva de la Nueva Evangelización, se da si pasamos de la “misión al pueblo” a un “pueblo en misión” (“Il passaggio dalla ‘missione al popolo’ a il ‘popolo in missione’ deve far comprendere il cambiamento di prospettiva che muove la nuova evangelizzazione”, Oss Rom, 16/10/2011).
En la Iglesia Argentina, esta “perspectiva” tiene hondas raíces, tanto en su magisterio episcopal como en la materialización de acciones pastorales con distinta raigambre en nuestra vida eclesial y en escenarios históricos diversos. En efecto, ya el Documento de San Miguel decía en las Conclusiones del capítulo VI sobre la religiosidad popular:
“Que la Iglesia ha de discernir acerca de su acción liberadora o salvífica desde la perspectiva del pueblo y de sus intereses, pues por ser éste sujeto y agente de la historia humana, que ‘está vinculada íntimamente a la historia de la salvación’ (Medellín, Mensaje a los pueblo latinoamericanos), los signos de los tiempos se hacen presentes y descifrables en los acontecimientos propios de ese mismo pueblo o que a él afectan” (VI,4).
Y también: “Que por tanto la acción de la Iglesia no debe ser solamente orientada hacia el pueblo, sino también, y principalmente, desde el pueblo mismo….” (VI,5).
Más recientemente, en Navega mar adentro el episcopado argentino afirma con llaneza que todo el pueblo cristiano debe ser protagonista de la Nueva Evangelización y que para ello la fuerza evangelizadora de la religiosidad popular es elemento clave:
“Reconocemos el potencial misionero de todo el pueblo bautizado como protagonista, no sólo destinatario, de la Nueva Evangelización. Para ello, es de primera importancia atender a la religiosidad de nuestro pueblo, no sólo asumiéndola como objeto de evangelización sino también, por estar ya en alguna medida evangelizada, como fuerza activamente evangelizadora. Valoramos y queremos acompañar el actuar misionero espontáneo y habitual del pueblo de Dios. Hay una búsqueda de Dios que se percibe en las manifestaciones de la piedad popular, que otorga identidad cultural a nuestro pueblo y es transmisora de verdadera fe católica” (NMA 76).
En el mismo sentido se han expresado a nivel continental las tres últimas Conferencias del CELAM. En ellas se enseña que la cadena de transmisión de esa evangelización que hace el pueblo es –sobre todo– su arraigada piedad popular. De la cual dijo Benedicto XVI al inaugurar la Conferencia de Aparecida que es el “precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina” (DA 258).

América Latina es una originalidad histórico-cultural

Desde esta perspectiva, parece adecuado proponer el tema de la piedad popular como un elemento original de nuestras Iglesias particulares para ofrecer a la Iglesia toda. De hecho, algo similar ya ocurrió en 1992 durante la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. En este importante texto de la Iglesia universal, a la hora de valorar teológicamente la piedad popular se asumen explícitamente elementos de la teología latinoamericana plasmados en el Documento de Puebla (cfr. CCE 1674-1676).
La piedad popular latinoamericana tiene hondas raíces en la vida de nuestro pueblo. Viene desde los tiempos de la primera evangelización de nuestro continente. Según Aparecida “es parte de una ‘originalidad histórica cultural’ de los pobres de este continente, y fruto de ‘una síntesis entre las culturas y la fe cristiana’” (DA 264).
Esta idea, de que la fe cristiana al encarnarse en el nuevo pueblo de América Latina encontró formas originales de expresarse, está reflejada en Puebla cuando afirma que “el Evangelio encarnado en nuestros pueblos los congrega en una originalidad histórico-cultural que llamamos América Latina” (DP 446). En nuestras tierras, durante cinco siglos se gestó un modo original de vivir la fe cristiana que Aparecida considera una verdadera espiritualidad popular o mística popular:
“La llamamos espiritualidad popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que, siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico, y las necesidades más concretas de las personas. Es una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que no por eso es menos espiritual, sino que lo es de otra manera” (DA 263). Se trata de un camino propio por donde el Espíritu Santo ha llevado a millones de latinoamericanos y del cual pueden esperarse muchos frutos en orden a una Nueva Evangelización (más datos sobre la espiritualidad popular en Aparecida en: E. Bianchi, Vida Pastoral 282, El tesoro escondido de Aparecida: la espiritualidad popular).
Una Nueva Evangelización que –como pedía Juan Pablo II– “continúe y complete la obra de los primeros evangelizadores” encuentra en la piedad popular un “imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda” (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, 64. Cfr. DA 262).

La espiritualidad popular es una fuerza activamente evangelizadora

En la piedad popular latinoamericana –enseña Benedicto XVI- “la fe se ha hecho carne y sangre”, y “a través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común” (Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Comisión Pontificia para América Latina, 8/4/2011). 
De aquí el inmenso potencial evangelizador que subyace en esta espiritualidad de nuestro pueblo y que podemos aprovechar en esta Nueva Evangelización. Puebla lo explica con claridad: “La religiosidad popular no solamente es objeto de evangelización sino que, en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo” (DP 450).
También llama a “descubrir el potencial evangelizador de los pobres” (DP 1147; LPNE 59) ya que este modo latinoamericano de vivir la fe se conserva “de un modo más vivo y articulador de toda la existencia en los sectores pobres” (DP 414).
En la misma línea se expresan los obispos reunidos en la V Conferencia de Aparecida cuando la presentan como una fuerza evangelizadora:
“La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. […] En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. […] El participar en manifestaciones de la piedad popular […] es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia” (DA 264).
En este modo de vivir la fe de nuestros pobres, la Madre del Señor tiene un protagonismo especial. En su rostro moreno “encuentran la ternura y el amor de Dios” (DA 265) y “ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio” (ibíd.). Este amor a la Virgen que tiene el pueblo latinoamericano “ha sido capaz de fundir las historias latinoamericanas diversas en una historia compartida” (DA 43). Ella es quien –desde los más pobres– reúne a sus hijos e “integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo” (DA 265). Ella los atrae y los lleva a Cristo desde los incontables santuarios marianos de nuestro continente: “La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la llegada es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios […] Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual” (DA 259).
Por supuesto que estos documentos magisteriales no entienden esta evangelización que hace el pueblo como si fuera un mecanismo rígido y fatal del que la Iglesia sólo deba ser un espectador inerte. La evangelización popular es algo vital, es la fe que un pueblo transmite a sus nuevas generaciones al propagar una actitud cristiana ante la vida y la muerte. La piedad popular es –repitiendo palabras de Benedicto XVI- “la fe hecha carne y sangre” y un pueblo cristiano suscita fe en la medida en que engendra carne y sangre.
La Iglesia, lejos de ser un convidado de piedra, siempre está llamada a fecundar y fortalecer esta evangelización popular. Cosa que logrará de mejor manera en la medida que entienda este proceso y encuentre acciones pastorales que sintonicen con el mismo. La piedad popular latinoamericana, a pesar de su aparente autonomía, es expresión de una fe que se reconoce en referencia a la Iglesia. En Navega mar adentro los obispos argentinos dirán que “es un hecho alentador y un regalo de Dios, que un gran número de bautizados expresan su fe católica mediante los gestos de la piedad popular, con hondo sentido de la trascendencia, y de esta forma mantienen su vínculo con la Iglesia católica” (NMA 91).

El escenario cultural de la Nueva Evangelización

Los Lineamenta para el Sínodo, en el número 6, al describir el “escenario cultural de fondo” en el que se moverá la Nueva Evangelización hace hincapié casi exclusivamente en el fenómeno de la secularización. Explica que el secularismo es un estilo de vida que está “radicado de un modo particular en occidente” y que “imagina la vida del mundo y de la humanidad sin referencia a la trascendencia”. Esta “forma cultural invade la vida cotidiana de las personas y desarrolla una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana”.
Evidentemente, el secularismo es un fenómeno creciente y preocupante en nuestras sociedades, sobre todo en los niveles socio-económicos medio y alto. Aun así, debe reconocerse que en América Latina, donde vive la mitad de la Iglesia católica, el escenario cultural es diverso al de Europa. Las grandes mayorías de pobres que pueblan nuestro continente viven según un estilo de vida que poco ha sido tocado en su núcleo por la secularización. En ellos, la espiritualidad popular ha sido un eficaz antídoto frente a este modo de vida que viene de los países más desarrollados. En efecto, si el secularismo se caracteriza por proponer una humanidad cerrada a la trascendencia y una actitud existencial en la que Dios está ausente, la espiritualidad de nuestros pobres se caracteriza por la apertura a lo divino y por tener permanentemente presente a Dios en la vida cotidiana. En este sentido, Aparecida afirma que esta espiritualidad “en el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe” (DA 264).
Por eso parece adecuado que la Iglesia latinoamericana enriquezca la mirada de la Iglesia universal complementando la visión cultural europea, que pone foco en el secularismo, con una visión autóctona que dé cuentas de las riquezas que Dios despliega entre nosotros en la vida cristiana de los más pobres.

Dilema siempre actual

Por último, recordemos que “en el ámbito de la piedad popular la Iglesia cumple con su imperativo de universalidad” (DP 449). Por eso, el desafío de la Nueva Evangelización de nuestro continente vuelve a hacer actual la disyuntiva que presentaban los obispos en Medellín y en Puebla: “Esta religiosidad pone a la Iglesia ante el dilema de continuar siendo la Iglesia universal o de convertirse en secta, al no incorporar vitalmente a sí, a aquellos hombres que se expresan con ese tipo de religiosidad” (Med VI, 3; DP 462).
Enrique Ciro Bianchi
1.11.2011
Solemnidad de Todos los Santos.

domingo, 3 de abril de 2011

No anteponer nada al amor del pobre sino el amor de Cristo, del cual deriva

Hay imágenes de nuestra infancia que permanecen grabadas de un modo indeleble en nuestro espíritu. Algunas refieren a acontecimientos significativos de nuestras vidas, pero hay otras absolutamente triviales que sin embargo resisten tenaces desafiando al olvido. Voy a contar una que sale a mi encuentro con cierta frecuencia. Es una breve escena de una película de Sandrini, de esas en blanco y negro que daban los domingos por la tarde. Este conocido actor personificaba a un cura muy pintoresco, que intentaba convencer a un empresario inescrupuloso para que no quite su apoyo a un hogar de niños pobres. En un momento, la insistencia era tanta que el rico explota y dice: “¡Los pobres! ¡Los pobres! ¡Tienen toda la Biblia a favor de ellos! ¿Qué más quieren?”.

Es fuerte la frase, sintetiza y corrompe una verdad profunda, tal vez por eso no es fácil de olvidar. Se asemeja al cinismo profético de Caifás, que para condenar a muerte a Jesús dijo: “es necesario que un hombre muera por el pueblo” (Jn 11,50). Ambas afirmaciones tocan nervios centrales del mensaje cristiano. El sumo sacerdote dice que la muerte de un hombre puede salvar al pueblo, pero se niega a reconocer en Jesús al Salvador. Al moderno Epulón no le interesa que la enseñanza de Cristo influya en su conducta, pero reconoce que éste nos reveló que el corazón de Dios ama a los pobres con una especial predilección.

El Dios de los pobres

Son muchos los testimonios bíblicos de esta preferencia divina. No es este el momento para presentar un elenco detallado, pero nombraremos algunos que vienen fácilmente a la memoria de cualquier lector familiarizado con la Sagrada Escritura. Comencemos por recordar que para salvarnos Dios no sólo se hizo hombre, también “se hizo pobre” (2Co 8,9). Todo el camino de nuestra redención está signado por la pobreza. Esta salvación vino a nosotros a través del de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en los suburbios de un gran imperio. El Salvador no nació en un palacio rodeado de atenciones. Ni siquiera en una humilde habitación. Nació entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres. Fue presentado en el Templo ofreciendo dos pichones de palomas. Ésta era la ofrenda de los pobres, de quienes no podían permitirse pagar un cordero (cf. Lc 2,24; Lev 5,7). Creció en un hogar de trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan. Cuando comenzó a anunciar el Reino lo seguían multitudes de desposeídos. En ellos estaba el signo de que Él era el verdadero Mesías: “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres” (Lc 4, 18). A la muchedumbre cargada de dolor, de sufrimiento, agobiada de pobreza, les dijo que Dios los tenía en el centro de su corazón: “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!” (Lc 6, 20). Con ellos se identificó: “Tuve hambre y me diste de comer”, y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cfr. Mt 25, 35s). En el momento de su pasión, se hizo pobre hasta el extremo. No sólo sin dinero, no tuvo ningún poder mundano. Fue juzgado y condenado injustamente. En esa hora tan difícil, sus verdades fueron –como dice Martín Fierro de las razones de los pobres- “campanas de palo”.

Podrían llenarse muchas páginas con testimonios de la Sagrada Escritura y de la Tradición de la Iglesia sobre la centralidad de los pobres en el plan divino. No es esa la intención de este artículo. Más bien nos proponemos presentar algunas reflexiones sobre las implicancias que trae esta preferencia divina para nuestra vida de fe. Sobre todo mirada desde América Latina, donde los pobres se cuentan por millones y en su gran mayoría son hijos de la Iglesia por el bautismo. Más específicamente, nos detendremos en algunas consideraciones teológicas que hace Rafael Tello, un teólogo argentino de quien se dijo que “nadie se acercó teológicamente al pobre como él” (Víctor Fernández, “El padre Rafael Tello: una interpelación todavía no escuchada”, Vida Pastoral 236, [página]).

La Iglesia hace una opción por los pobres.

Como consecuencia del amor singular que Dios muestra hacia los pobres la Iglesia hizo una opción de preferencia por ellos. El Concilio Vaticano II ofrece el clima propicio para que afloren verdades tan viejas y tan nuevas como ésta. Se proclama, por ejemplo, que la Iglesia para comunicar a los hombre los frutos de la salvación quiere seguir –a ejemplo de Cristo- el camino de la pobreza y que “reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo” (LG 8).

Esto se vuelve a decir con acento latinoamericano en Medellín y en Puebla. Allí, los obispos deliberan teniendo ante sus ojos la “miseria que margina a grandes grupos humanos […] que como hecho colectivo es una injusticia que clama al cielo” (Med Jus, 1.1), y “las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina [que] mantienen a la mayoría de nuestros pobres en una dolorosa pobreza, que en muchísimos casos llega a ser inhumana miseria” (Med Pobr, 1.1). En ese contexto proclaman que la Iglesia latinoamericana quiere hacer una “clara y profética opción preferencial y solidaria por los pobres” (DP 1134).

Juan Pablo II toma decididamente esta bandera y –rodeado del Episcopado latinoamericano- le dice a los desposeídos de toda la América oprimida: “En este momento solemne deseo reafirmar que el Papa, la Iglesia y su Jerarquía, quieren seguir presentes en la causa del pobre” (Homilía durante la misa por la evangelización de los pueblos, Santo Domingo, 11/10/1984, 5 [en adelante HSD]). En Sollicitudo rei Socialis hace extensiva esta opción para toda la Iglesia y la describe como una “forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia” (SRS 42). Más aun, en Novo Millennio Ineunte afirma que la Iglesia se juega su fidelidad a Cristo en concentrar su amor en los pobres. Allí interpreta el pasaje de Mt 25, 35 (“tuve hambre y me diste de comer”) no sólo como una invitación a practicar obras de misericordia, sino como una “página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia” (NMI 49).

También Benedicto XVI proclamó esta opción pisando suelo americano. Al inaugurar la Conferencia de Aparecida remarcaba la raíz teologal de la misma: “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (citado en Aparecida 392).

La opción por los pobres y nuestro tiempo.

Así como esta opción se vive entre pobres concretos, también se da en una historia determinada. En nuestro continente, el marco histórico vivido en las décadas del 60 y del 70 influyó decididamente en la forma en que la Iglesia buscaría concretar esta opción evangélica. Por esos años irrumpió la conciencia de lo escandalosa e inhumana que resulta la brecha entre ricos y pobres. Grandes cantidades de jóvenes forjaron sus sueños teniendo como norte la liberación de los pobres de las estructuras injustas que los oprimen. Algunos desde su fe en Cristo, pero otros desde cosmovisiones no cristianas. La opción por los humildes no fue patrimonio exclusivo de la Iglesia, ésta tomó muchas formas. Las fronteras entre las motivaciones evangélicas y las ideológicas eran muy difusas y por momentos la urgencia por una justicia tan largamente esperada podía opacar la riqueza cristiana de esta búsqueda. A esto se sumó la dolorosa violencia fratricida que extremó algunas posturas y aumentó las desconfianzas.

Tal vez por ese pasado -aun reciente- desde algunos sectores de la Iglesia se observa con cierto recelo todo trabajo con los pobres que sea más que la mera ayuda material. A pesar de que en la doctrina cristiana está claramente fundamentada y urgida esta preferencia, no faltan los que huelen un tufillo ideológico entre las banderas de los pobres.

No obstante, parece que en nuestra Patria Grande estamos viviendo una nueva etapa que puede ser un punto de inflexión a este respecto. Entrando a la segunda década del siglo XXI, poco a poco las heridas del pasado se van cerrando y amanecen nuevos tiempos. Esta nueva hora se presenta propicia para dejar atrás las desconfianzas y volver a contemplar sinceramente el misterio divino encerrado en la vida de los pobres. La Iglesia, como Cristo, ha sido enviada “a evangelizar a los pobres” (Lc 4, 18) y en la medida que es fiel a esa misión se encuentra con la fuerza más viva de sus entrañas. Siempre está llamada a renovarse volcando sus energías en poner en el centro a quien está tirado al borde del camino. El siglo XXI le presenta un sinfín de desafíos que sólo podrá enfrentar revestida del poder de un Dios que eligió hacerse frágil y con la sabiduría de quien “eligió lo que el mundo considera necio” (1Co 1,27).

Rafael Tello: No anteponer nada al amor del pobre…

En este contexto, un pensamiento teológico sólido y profundamente evangélico como el del padre Tello puede ser una rica veta a explotar para que los cristianos nos enriquezcamos contemplando el rostro de Cristo en los humildes. Su propuesta teológica y pastoral está transida por la centralidad del pobre en el plan divino. Dice en uno de sus escritos: “No se puede anteponer nada al amor del pobre sino el amor de Cristo, del cual deriva” (Tello, Anexo XVIII a Epístola apostólica sobre el jubileo del año 2000, inédito, 1995). Tal vez esta frase de sabor benedictino sea una buena síntesis de la radicalidad evangélica con la que entendía Tello el amor a los pobres. Es claro que en su planteo la preferencia debida a los pobres no se funda en motivos ideológicos ni sociológicos, sino que hunde sus raíces en razones teológicas. Cristo nos revela que los pobres ocupan un lugar central en el corazón de Dios y es ese amor preferencial de Dios lo que inspira la elección por estos predilectos del Señor. La Iglesia opta por los pobres porque Dios optó por los pobres.

Con esto tampoco cae en el extremo de espiritualizar la pobreza. Afirma sin ambages que los destinatarios de esta opción son aquellos que son socialmente considerados pobres y que esta preferencia incluye el compromiso por renovar las estructuras que los excluyen. Aunque la escandalosa desigualdad social no sea el fundamento último de esta opción, la lucha por un orden social más justo es una de las formas de concretizarla. Además, contemplar la vida de los postergados y encontrar un misterio divino en ella no significa que se esté canonizando la pobreza material. Ésta es un mal físico, como lo es la cruz, y si bien a ambas Dios puede disponerlas para la obtención de un bien mayor, al hombre le corresponde luchar para sobreponerse a estos sufrimientos. Los cristianos debemos acompañar esta lucha de muchas maneras. La construcción de una sociedad en que los pobres puedan vivir felices es una tarea siempre pendiente.

Una aclaración que vale la pena en este punto: el hecho de que se trate de pobres concretos no impide que pueda vérselos con un criterio teológico antes que sociológico. Así como los enfermos que curaba Jesús eran enfermos según la consideración médica y nadie sostiene que las curaciones eran un hecho médico.

Este teólogo entiende que la opción preferencial por los pobres presenta dos aspectos. Por un lado, se trata de que los necesitados sean objeto de la misericordia de los cristianos, de que la Iglesia –impulsada por este amor de preferencia hacia ellos- destine sus mejores recursos a atenderlos. En este sentido se la presenta generalmente y su aceptación no provoca mayores problemas, aunque muchas veces –como reconocen los obispos en Aparecida- “corre el riesgo de quedarse en un plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones” (Aparecida 397).

Pero esta opción a la que invita el magisterio de la Iglesia presenta otro rasgo más importante, que toca más profundamente el corazón de la revelación divina. Se trata de aceptar la centralidad del pobre tal como la presenta el Evangelio. Reconocer a los pobres como verdaderos constructores del Reino. Dios es “el Dios de todos, pero otorga su primera misericordia a los desposeídos de este mundo” (Juan Pablo II, HSD, 5). Son los pobres los primeros amados por Dios y llamados a la Iglesia.

Así entendida, la opción por los pobres no consiste primeramente en ayudarlos, sino en aceptar que por los pobres se va a fundar y establecer el Reino de Dios. Comentando el pasaje de Lucas que dice “cuando des un banquete invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos” (Lc 14,13) se pregunta: “¿Nos damos cuenta de lo que sería esa reunión con tales comensales pobres, lisiados, paralíticos, ciegos, etc.? Pues eso es lo que Cristo quiere para su Iglesia. Y lo quiere urgiéndolo: ´recorre enseguida las plazas y las calles de la ciudad y trae aquí a los pobres´ (Lc 14, 21)” (Tello, La nueva evangelización, 96).

De este modo, Tello “llega hasta el fondo de lo que significa optar por el pobre; porque no se limita a invitar a la promoción social de los pobres, ni a promover una tarea evangelizadora entre ellos” (Víctor Fernández, “Con los pobres hasta el fondo. El pensamiento teológico de Rafael Tello”, Proyecto 36, 6).

Desde esta perspectiva, la opción por los humildes se trata esencialmente de que la Iglesia reconozca la primacía del pobre en el plan de salvación tal como lo presenta la Biblia: “La Iglesia es así. La Iglesia es la Esposa, el Cuerpo de Cristo, y es la Iglesia de Dios, y es la Iglesia de los pobres primeramente, no exclusivamente, porque a ella han sido llamados y para ella amados (y aun, en cierto modo, preferidos) primero pero no exclusivamente, como de muchas maneras lo atestigua la Sagrada Escritura” (Tello, La nueva evangelización, 41).

Buscando la raíz última de esta preferencia divina, Tello afirma que –según la revelación de Cristo- la redención llega a todos a través de los pobres. Dios salva por Cristo hecho pobre y muerto en la cruz. La pasión redentora del Salvador continúa en los murientes de hoy. Ellos son los primeros salvados y desde ellos se derrama la salvación a todos: “La salvación se opera ante todo en favor de los pobres y, consecuentemente, para todos” (Tello, La nueva evangelización, 34).

En los pobres está Cristo sufriendo por nosotros. Bien lo entendía una santa de nuestro tiempo: “Necesitamos la profundidad de los ojos de la fe para ver a Cristo en el cuerpo roto y en los vestidos sucios, bajo los cuales se esconde el más bello de los hijos de los hombres” (Teresa de Calcuta, Tú me das el Amor, 126). Clavados en su cruz cotidiana, colaboran con la redención completando la pasión de Cristo. Él vivió pobre y desde su condición de pobre realizó su obra de misericordia, redención y liberación. Y quiso completar su pasión en el tiempo a través de los pobres, haciéndolos cooperadores de la salvación. Esto toma especial relevancia en nuestro pueblo, donde la mayoría de los más humildes son bautizados y por tanto son miembros de Cristo y se hallan identificados con Él. Así como Dios eligió salvarnos del pecado y de la muerte por medio de su Hijo muerto en una cruz, hoy sigue derramando su salvación a través de otros hijos sujetos a la cruz que son los pobres.

Al contemplarlos, sin exageración se puede decir de ellos lo que anticipaba Isaías del Salvador: “despreciados, desechados por los hombres, abrumados de dolores y habituados al sufrimiento, seres ante los cuales se aparta el rostro, tenidos por nada… detenidos y juzgados injustamente, sin que nadie se preocupe de su suerte” (cfr. Is 52-53). Ellos participan de la cruz de Cristo y en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Aun sin saberlo –como el pagano Ciro no sabía que había sido elegido por Dios para liberar a Israel- con su vida pobre y sufrida colaboran con la liberación que Cristo nos trajo a todos.

No hay que pensar que este modo de entender la centralidad de los pobres en el designio divino excluye a quienes no son pobres. Siguiendo a Puebla, que enseña que la opción por los pobres “no debe ser exclusiva ni excluyente” (DP 1145), Tello entiende esta opción en el marco de una pastoral popular que es para todos: pobres y no pobres. Aun así, es claro que en la expresión “opción preferencial pero no exclusiva” el acento debe ponerse en el primer término y no en el segundo. Leer esta frase y detenerse en el “no exclusiva” pasando por alto el “preferencial” no parece hacer justicia al sentido de la afirmación. La solicitud maternal de la Iglesia debe manifestarse a todos sus hijos, pero hay que salvaguardar esto sin diluir una opción real por el pobre concreto.

Tello lo explica claramente: “La opción por los pobres ha de ser no exclusiva ni excluyente. Pero siendo tal ha de ser juntamente preferencial y no sólo según la acción de beneficencia externa sino también y principalmente según el afecto, es decir la caridad interna, por la cual ‘es necesario amar a un prójimo más que a otro’ (ST II–II, q26, a6), por Dios que ama también preferencialmente a unos, al pobre, cuyo Corazón la Iglesia lo conoce muy bien pues el mismo Dios se lo ha revelado” (Tello, Nota (f): La opción por los pobres, inédito, 20-21).

En los pobres la Iglesia se encuentra con su Fundador, por eso esta preferencia “lejos de oponerse a la universalidad de la misión constituye el camino evangélico por excelencia para realizarla” (ibíd., 23). Desde esta perspectiva, “el principal camino evangélico para llegar a todos no parte de los desarrollados y ricos para extenderse por la comunicación de bienes hasta los pobres, sino más bien al contrario se concentra en estos sedientos de dignidad y libertad para desde ellos abarcar a todos” (ibíd., 24).

Poniendo el ejemplo del amor que se vive en torno al lecho de un enfermo, explica con llaneza cómo puede amarse a todos pero manteniendo la preferencia por el más débil: “Si se acompaña a un enfermo amado se puede acompañar y alentar a los que cuidan del enfermo, pero no porque cuidan de él, sino por ellos mismos. El cuidado y aliento se concentra en el enfermo y de allí se derrama a los demás. Tal vez serían amados aunque no existiera el enfermo, pero al existir él y con ocasión de él, el amor se acrecienta, se colorea y se derrama más abundantemente sobre los otros. Algo así debe ocurrir con la preferencia por los pobres” (Tello, La nueva evangelización, 40).

Si bien ésta es una opción de toda la Iglesia, esto no quita que algunos miembros “haciendo suya la opción de la Iglesia toda, puedan elegir trabajar sobre partes no pobres del conjunto social” (Tello, Nota (f): La opción por los pobres, 27). Aun así, sea cual fuere la función apostólica de cada uno, la preferencia por el pobre debe teñir la vida pastoral de la Iglesia. Tello sostiene que –paradójicamente- no se trata de una opción optativa. Es como la opción por Cristo, si bien la hace cada persona desde su libertad se trata de una elección obligatoria para el cristiano: “la opción requiere libertad física y psicológica pero no necesariamente libertad moral, es decir no-obligatoriedad moral; así lo esencial de la vida cristiana es la opción por Cristo, la cual es opción real y obligatoria, que se renueva -a veces más expresa y solemnemente- en diversas circunstancias, del mismo modo la opción de la Iglesia por los pobres es moralmente obligatoria, y es verdadera opción, renovada expresamente en ocasiones” (ibíd., 13).

Conclusión

A modo de breve recapitulación, digamos que auscultando los sentimientos divinos en la Escritura y en toda la Tradición de la Iglesia encontramos que los pobres ocupan un lugar de privilegio en el corazón de Cristo. Él, varón de dolores, salvó al mundo por su sufrimiento redentor y los eligió para unirlos más a sí y continuar su redención a través de sus vidas cruciformes.

Los cristianos, llamados a tener los mismos sentimientos de Cristo, también estamos llamados a poner a los pobres en el centro de nuestro corazón. Nuestra fe cristológica nos impulsa a amarlos preferencialmente. Éste es el fundamento de la opción por ellos que hace la Iglesia, que busca en los humildes, en los despreciados, en los murientes, a un Dios que –como decía el cura Brochero- “es como los piojos: está en todas partes, pero está más cerca de los pobres” (E. Bischoff, El cura Brochero, 167).

Enrique Ciro Bianchi

sábado, 18 de septiembre de 2010

María en América: vida, dulzura y esperanza nuestra



En aquella mañana de mayo, la plaza tomaba lentamente su ritmo habitual. Sus senderos los surcaban unos pocos trabajadores apurados y dos o tres grupos de niños con guardapolvos. Ninguno de ellos se percataba de la singular escena que se daba en uno de sus bancos. Un hombre de edad avanzada y un joven, manteniendo un diálogo pausado, casi sin palabras. El mayor con la lentitud de quien es dueño del tiempo, el joven con la tensión entre el respeto por el ritmo ajeno y el apuro de saber que sus compañeros lo esperan al otro lado de la plaza. La edad del hombre sería imposible de adivinar, sus ojos pacíficos estaban casi escondidos por las arrugas de un rostro moreno, que a su vez estaba todo cubierto por una indómita barba. El gorro de lana seguramente cubría una cabellera permanentemente despeinada. Las frazadas y algunos bultos diseminados a su alrededor denunciaban a las claras que había pasado la noche –y varias noches- allí. El muchacho se había acercado a conversar con él para invitarlo a un viaje a Luján. El colectivo lo esperaba en la esquina, lo llevarían a visitar a la Virgen a su casa, pasarían el día allí, comerían un asado, y luego lo traerían de vuelta a su plaza. Podía llevar todas sus pertenencias. La respuesta se hacía esperar, la conversación –siempre pausada- derivaba a otros temas: el frío, la belleza de la plaza y cosas por el estilo. Sólo Dios sabe qué pasa por la cabeza de un hombre acostumbrado a recibir golpes al que se le presenta un desconocido que –aduciendo buenas intenciones- lo invita a un subir a un vehículo para llevárselo lejos. Sólo Dios sabe qué cuerda tiene que tocar en un espíritu para engendrar la confianza. Un largo silencio precedió el remate que ya se hacía inminente. Con la mirada perdida, casi entre susurros dijo: "Yo no conocí a mi padre ni a mi madre, a la única que conocí fue a la Virgen", y lentamente empezó a juntar las cosas para el viaje.
Esta historia apenas nos permite atisbar una punta del iceberg que representa el amor entre la Virgen y sus hijos más pobres de América Latina. Son incontables quienes entre los grandes sufrimientos de la pobreza encuentran su único consuelo en el amor maternal de María. Anécdotas de este tipo, fruto del trabajo pastoral entre los más pobres, fecundan estas reflexiones teológicas y las vivifican. Serían como una música de fondo, o mejor: como una foto, que dice más que la radiografía, pero que necesita de esta última para un conocimiento más cabal.
Ya hemos intentado en un artículo anterior (Vida Pastoral 286) bucear entre las raíces históricas de este intenso amor entre la Virgen y el pueblo latinoamericano. Allí descubríamos que la devoción mariana de grandes mayorías de latinoamericanos no es un fenómeno superficial, sino que está fuertemente enraizada en su identidad histórica. En el tintero quedó la presentación de algunos planteos que nos pueden ayudar a comprender y acompañar pastoralmente esta presencia de María en el corazón de nuestro pueblo.
En esta ocasión trataremos de presentar dos aspectos de esta mariología vivida por el pueblo que solía explicar el padre Tello. En primer lugar diremos algo acerca de la significación teológica que encierra una de las devociones más populares en América Latina: la Inmaculada Concepción. Este teólogo cree que el pueblo es profundamente realista en cuanto a la presencia del pecado en su vida, por eso pone fervientemente sus ojos en la Inmaculada, aquella inocente a la que el mal no pudo manchar. En ella encuentra consuelo ante el dolor que causan las heridas del pecado y recupera la inocencia perdida.
Luego trataremos sobre la unidad indisoluble que hay entre Jesucristo y su Madre. Intentaremos presentar una explicación teológica que muestra que las intensas expresiones de cariño a la Virgen que se dan entre los más pobres no son fruto de una fe deformada por marianitis sino que brotan de una verdad mariológica claramente vivida por ellos. Cristo nos dejó a María como madre nuestra, y está tan unido a ella que puede decirse –en sana doctrina católica- que Cristo sólo no existe. Pensar que el hombre puede llegar a Dios uniéndose a un Cristo aislado de María es caer en un falso cristocentrismo. Este prejuicio se ha extendido mucho entre los agentes de pastoral, tal vez por una sutil influencia de la mentalidad protestante. Nuestro pueblo es ajeno a estas discusiones teológicas pero sabe que la Virgen está estrechamente unida a Dios y que al amar a la Virgen está amando a Dios.
Antes de internarnos en el núcleo del artículo hagamos una aclaración de términos. Podrá notar el lector que utilizamos las expresiones pueblo y pobres casi de modo intercambiable. No lo hacemos porque entendamos que sólo los pobres componen el pueblo, sino porque creemos que es verdad lo que dice Puebla cuando enseña que a nuestro pueblo latinoamericano lo caracteriza una cultura que tiene un "real sustrato católico" (412), que está "impregnada de fe" (413) y que se encuentra "de un modo más vivo y articulador de toda la existencia en los sectores pobres" (414). Es lo que algunos teólogos -como Gera y Tello entre otros- han formulado sapiencialmente al decir que los pobres son el corazón del pueblo.

El misterio de la Inmaculada: fuente de misericordia.

La mayor parte de las advocaciones marianas con las que se evangelizó América Latina corresponden a imágenes de la Inmaculada Concepción. La Virgen de Guadalupe es la Inmaculada, del mismo modo que la Virgen de Luján, la del Valle y la de Itatí.
Esto tiene sus motivos históricos. Aun cuando todavía no había sido declarado el dogma de la Inmaculada Concepción (se decretó en 1854), en España era muy fuerte esta devoción. En el siglo XVI, mientras en Europa se discutía esta doctrina mariológica, en la península ibérica era aceptada entusiastamente, especialmente por franciscanos y jesuitas. Aún más, se propaga entre los fieles y las órdenes religiosas el votum sanguinis, que consiste en comprometerse bajo juramento a defender la doctrina de la Inmaculada Concepción hasta derramar la sangre. Esta España fervientemente inmaculista es la que trajo a nuestras tierras la fe cristiana.
Pero detrás de este dato histórico, hay un contenido teológico muy importante. El misterio de la Inmaculada Concepción nos recuerda el especial privilegio que Dios quiso concederle a María, que fue preservada de la deformación del pecado. La Inmaculada es la máxima expresión humana de la inocencia. El arte barroco lo expresa muy bien, son famosas las pinturas de Esteban Murillo (1617-1682) que presentan a la Inmaculada como una jovencita, radiante por su pureza. Por supuesto que María es sin pecado durante toda su vida, tanto de niña, como al pie de la cruz o en el momento de pasar de este mundo al Padre. A pesar de esto, para representar el misterio de su Inmaculada Concepción se la pinta joven y candorosa, como envuelta en la luz sobrenatural que irradia la plenitud de su gracia, vestida de blanco y cubierta por un manto celeste. Su actitud es de tensión hacia lo alto, se la ve en un movimiento ascensional hacia Dios que resalta la gracilidad de su inocencia, la inocencia de la que no conoció pecado. Además, María en América es siempre jovencita, "Niña mía" la llama Juan Diego.
Esto mismo explicaba Tello en una charla coloquial con algunos sacerdotes: "Cuando Santo Tomás quiere decir qué es virgen dice: es la frescura juvenil; un prado virgen… Es como un prado verde lleno de frescura, de un verdor que no ha sido quemado por el sol. La virginidad para Santo Tomás es el frescor de una vida y es la juventud de una vida. A través de eso va a expresar la virginidad. Y creo que en la Escritura es eso la virginidad… La Inmaculada es la inocencia que aparece juvenil, fresca" (Desgrabación del Encuentro sobre la "Civilización del Amor" en Tapalqué, 14 al 16/2/1977, inédito, en adelante: Tapalqué).
Los hombres y mujeres de nuestro pueblo pobre perciben hondamente esta inocencia absoluta de la Inmaculada. Se saben profundamente pecadores, se sienten gastados por las heridas del pecado, y encuentran consuelo en la que no conoció pecado. Son como un terreno quemado por el sol que anhela la bendición de la nube cargada de agua (cfr. 1Re 18,44).
Claramente queda esto expuesto en un escrito fruto de la charla que antes citábamos: "Nuestro pueblo se sabe y se siente pecador, culpable y digno de castigo. Se sabe pecador como condición propia de su vida, y por eso mira a María. Y mirando a María, invocándole en el 'Ave María purísima' reencuentra la inocencia juvenil que sabe que no tiene. Y vive así su fe, sintiéndose en ella redimido, salvado de su pecado. Y a veces nosotros no llegamos a captar esto, y nos escandalizamos del pueblo, o pretendemos disimularlo; sin darnos cuenta que es más humilde y realista, reconoce su condición pecadora y por eso mismo se goza en profesar su fe en la Inmaculada" (R. Tello, "María Estrella de la evangelización" en Seguimos caminando: aproximación socio-histórica teológica y pastoral de la caminata juvenil a Luján, p.147, en adelante: Estrella).
Pastoralmente esto tiene muchas consecuencias, la vida moderna tiende a perder el sentido del pecado, incluso los pastores muchas veces nos resistimos a ver la presencia del pecado en nuestra gente. La mirada benévola que nos inspira la caridad pastoral puede hacernos caer en la tentación de un romanticismo populista que se encandile con los valores evangélicos de los ambientes populares y olvide sus sombras. En cambio el pueblo es más realista, y porque se siente muy pecador tiene muy presente a la Inmaculada. Desde el barro del pecado eleva sus ojos a la pureza de la Madre Purísima y en Ella de algún modo encuentra consuelo, recupera algo de su inocencia. Al confiarse en la "Reina y Madre de misericordia" el pueblo halla la pureza perdida, esto es profundamente cristiano y de esto se trata la redención: recomponernos de las heridas del pecado y recuperar la inocencia.
Por otra parte, la Inmaculada es también la llena de gracia, la mujer llena del amor de Dios, la que enamora a Dios. Como un artista, que obra inspirado por el amor de una mujer, así Dios obra la creación y la redención enamorado de María. La liturgia aplica a María las palabras de Prov 8,22: "la sabiduría estaba al principio con Dios y jugaba con Dios". Ella está no sólo al principio de la redención, sino también al principio de la creación, inspirado en Ella Dios crea la belleza de la naturaleza. En su graciosa belleza "todo un Dios se recrea". "Nuestro pueblo ve que por la mediación de María la Inmaculada, la llena de gracia, la toda bella, toda la creación está como amasada en el amor de Dios. El amor de Dios se extiende a la creación, a la criatura, a la naturaleza a través del amor a María" (Tapalqué, 9).
Para concluir este apartado, digamos que la Virgen como mujer nos hace más cercano a Dios. Nuestra gente sabe que Dios es Padre y un Padre creador, pero la figura del padre en nuestro horizonte cultural está ligada a la idea de autoridad, de dominio. Esta figura se vincula fácilmente a la noción de señor. Esto hace que se pueda sentir algo lejano a un Dios que es Padre. En cambio la imagen de la madre remite a la ternura, a la comprensión, al cariño, a la accesibilidad, en definitiva a la cercanía. Para Tello, "es Ella la que hace más cercana y benigna la figura de Dios Padre en la gente. El pueblo que se sabe pecador recurre a la ternura de la mujer amada por Dios, y ella, 'vida, dulzura y esperanza nuestra', mueve el corazón de Dios acercándolo a sus hijos. En esta visión, oraciones tradicionales de la Iglesia como la 'Salve' encierran una riqueza siempre actual" (Estrella, 147).
María, entonces, es la Mamita Virgen que nos hace cercana, suave, accesible la figura de Dios Padre, nos muestra el rostro maternal de Dios. A través de su mirada de Madre se derrama toda la ternura del amor de Dios. Ella es la mujer que mueve el corazón de Dios, lo acerca a sus hijos, es la que de algún modo hace de puente. Esta es una verdad que ha calado hondo en el alma del pueblo latinoamericano que le pide fervientemente: "vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos".

María y Cristo son "uno"

Como venimos diciendo, la devoción a María se expresa intensamente en nuestras tierras. Al contemplar tanto fervor mariano, no faltan quienes creen que el hecho de que las mayores manifestaciones de cariño y devoción sean hacia María es un indicador de que hay una fe "deformada", que le da más valor a la Madre de Dios que al mismo Dios. Como si en la fe vivida por el pueblo hubiera una preeminencia mariana inadecuada, que lleva a rendirle a María un culto de idolatría.
Rafael Tello meditó profundamente sobre esta cuestión. Él no creía que este afecto del pueblo por la Virgen estuviera fuera de quicio. Más bien veía que el pueblo, al amarla tan intensamente estaba mostrando que percibía –por gracia de Dios seguramente- una verdad de fe muy importante: la
Virgen
María está indisolublemente unida a Cristo. Para el pueblo, Cristo solo no existe, como tampoco existe la Madre separada del Hijo. Esto es algo doctrinalmente ortodoxo y que no siempre entienden quienes juzgan que el pueblo ama "excesivamente" a la Virgen.
En varias oportunidades, explicaba teológicamente como es esa unión indisoluble entre la Madre y el Hijo. Este teólogo sostiene que para la tradición de la Iglesia, Cristo y María son "uno". Por supuesto que mantiene que son personas distintísimas (una es creada y la otra increada) y que de ningún modo esta unidad debe entenderse como una unidad ontológica (ni menos aun como una unión hipostática). Aún así, Cristo se ha unido a todos los hombres, que son miembros suyos, es unum con su Iglesia (cfr. Jn 17,21). En primer lugar, de modo eminente, se ha unido a la Virgen María, la llena de gracia, que fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular" (LG 56).
Parte de esta explicación tiene un fuerte argumento de autoridad. En 1854 Pio IX declara el dogma de la Inmaculada Concepción con la bula Ineffabilis Deus. Allí enseña que Dios estableció "con el mismo decreto el origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría". En una conversación del año 2000 en la que Tello comentaba esta bula papal decía: "Esto significa lo siguiente: que cuando Dios mira a Cristo y determina que Cristo exista, en el mismo momento, en el mismo acto intelectual con que lo ve y lo determina a Cristo, la ve y la determina a la Virgen. (Habría mucho que explicar sobre esto). Cristo no existe en la mente de Dios, que es el modo principal de existir, sin la Virgen. Cristo lo que es, es según la concepción de Dios. Todo lo que es Cristo, es lo que Dios ha concebido y ha querido para Cristo. Y Dios ha concebido a Cristo junto con María. Por eso yo digo esa fórmula: Cristo no existe sin María. No existe en la mente de Dios. No existe el concepto mismo de Cristo Ungido como Mediador sin María."
Dios mismo la ideó a María y la quiso unida a Cristo de modo estrechísimo e indisoluble. Y el hombre no ha de separar lo que Dios ha unido. Esta unidad tan fuerte entre Cristo y María es lo que el pueblo conoce -sin atinar a formularlo- y expresa en sus devociones marianas. Ese "Dios y la Virgen"
siempre a flor de labios en nuestro pueblo es un signo elocuente de esto.
Un segundo argumento es más especulativo. Parte de considerar que Cristo y María son el fin de la vida del hombre. Para ello explica que Dios es la bienaventuranza eterna, la salvación misma. Y Cristo, que es Dios y hombre, en cuanto Dios es término de nuestra salvación y en cuanto hombre es medio, agente, autor de nuestra salvación. La segunda persona de la Trinidad se hace hombre "por una ligazón libremente asumida, pero irrevocable e indestructible y en adelante eterna, con la Virgen María, Madre del Verbo" (R. Tello, "La fe", en El cristianismo popular según las virtudes teologales, inédito, 1996, n° 107). Tanto es así, que la Iglesia venera a María como Madre del mismo Dios. Frente a quienes decían que la Virgen era sólo madre de Jesús como hombre (Christo-tokos o anthropo-tokos) y no de Dios, el Concilio de Éfeso en el año 431 enseña que a María propiamente se la puede llamar Theo-tokos, que significa Madre de Dios. Su relación de maternidad no es sólo con la naturaleza humana de Cristo, sino también con la persona divina del Hijo. Esta relación hace que Ella esté real y profundamente unida a una persona divina que es término de nuestra vida, que es nuestra salvación misma.
"A Cristo le fue dada por el Padre la salvación, para que Él, Dios-hombre, sea la salvación misma y para que Él la realice. Pero con Cristo y siendo 'uno' con Él, puso a la Virgen para que sea también parte de la salvación y para que sea parte en su realización, ella es participadamente término y medio" (R. Tello, Amor al prójimo, inédito, 1994, n° 87).
En su gran amor a María, nuestro pueblo la ve junto a Dios, "como formando parte del complejo divino que da el sentido último de la vida del hombre" (ibid, n° 89). Además, también la percibe como "medio excelso y singular de salvación, pues la madre no abandona a sus hijos y está siempre con ellos" (ibid, n° 89).
Esta interpretación de la viva devoción mariana de los más humildes de nuestra tierra es la que lo lleva a Tello a afirmar que "la posición de nuestro pueblo con respecto a la Virgen -a la que ve siempre del lado de Dios a quien con razón considera principio y fin o término de la vida- es pues plenamente ortodoxa y en cierta manera es más verdadera que otras posiciones que también se dan en la Iglesia y que consideran a la Virgen prácticamente sólo como medio para la salvación" (ibid, n° 89).

Riqueza de la mariología vivida por el pueblo

A modo de cierre presentemos una bella intuición del teólogo que venimos siguiendo.
Todos sabemos que ningún hombre puede comprender totalmente a Dios. Tampoco ningún pueblo puede hacerlo. En estos dos mil años de historia, cada pueblo que fue recibiendo el evangelio lo fue viviendo según sus modos culturales y fue descubriendo distintos aspectos del mismo. En este proceso, la Iglesia se va enriqueciendo y conociendo nuevos aspectos de la Revelación que ya estaban implícitos desde los comienzos. Esto no siempre se da pacíficamente, los Hechos de los apóstoles nos muestran de modo patente la conmoción que produjo para la iglesia judeocristiana la aparición de una iglesia de los gentiles, y también las innumerables riquezas que eso le trajo.
En esta línea, Tello sostiene que el cristianismo popular americano trajo a la Iglesia una ampliación del conocimiento y la sabiduría de las cosas de Dios. Entre las nuevas vetas del evangelio que supo encontrar el cristianismo popular se encuentra su relación con la Virgen. Lo que el pueblo sabe de María, no es sólo lo que recibió de la Iglesia española, sino que también la fue conociendo de un modo nuevo y más profundo –por obra del Espíritu Santo- en estos cinco siglos de amorosa relación con Ella.
Todo lo tratado en estos dos artículos intenta ser una mirada hacia esa riqueza que nuestro pueblo aporta a la Iglesia universal para ayudar a encontrar acciones pastorales que la fecunden y la hagan más viva. Ante esta realidad, los agentes de pastoral podemos negarla y combatirla, como los judaizantes de los Hechos que desconocían la obra de Dios entre los gentiles. O podemos ayudarla a desplegarse, afirmando a nuestro pueblo que sabe –no racionalmente sino sápidamente, por sabiduría- que la Virgen es el medio más cercano para ir a hacia Dios y que el cristiano es de la Virgen; como lo decía apasionadamente el fiel esclavo de la Virgen de Luján: Soy de la Virgen, nomás.


Enrique Ciro Bianchi.

 

domingo, 18 de abril de 2010

América Latina, tierra de la Virgen


Crecía la ansiedad a medida que los misioneros se acercaban a aquel pequeño pueblo enclavado en los cerros catamarqueños cercanos a Fiambalá. Terminaban una misión de la Virgen llevándola los dos últimos días al paraje más alejado del valle, tanto que apenas habían podido avisar por la radio que llegarían esa mañana. ¿Se habrán enterado que venía la visita de la Virgen? ¿Cómo nos recibirán? Luego de repechar la última cuesta se disiparon las dudas, a doscientos metros, en la entrada misma del pueblo podía verse un nutrido grupo de serranos. Una multitud si pensamos que el pueblo no pasa las treinta casas. Jinetes con banderas argentinas y un estandarte de Nuestra Señora del Valle, una hermosa imagen de esta Virgen morena que llevaban entre cuatro personas, un par de músicos que animaban al grupo con un acordeón y una caja, y hasta los niños de la escuela con la directora y el maestro. Los hombres con respetuoso ademán se quitaban el sombrero para recibir a la Virgen, las mujeres con pañuelos apretados en sus manos se secaban las lágrimas. Todos querían llevarla sobre sus hombros, todos querían que entre a sus humildes casas para que les deje la bendición que estaban seguros que Ella les traía. La emoción y la alegría eran los dueños del momento. Similar escena –con el agregado de un discurso y mayor cantidad de lágrimas- pudo verse a los dos días, al despedir a la Virgen que volvía a sus pagos en Luján.
Ante una experiencia así, quienes creemos que la pastoral debe estar guiada por la reflexión teológica no podemos menos que volvernos rumiando miles de preguntas: ¿Qué es eso tan fuerte que se da entre la Virgen y los pobres? ¿Cómo acompañarlo desde la pastoral? ¿Es verdadera religiosidad cristiana? ¿No será acaso un impulso casi supersticioso propio de personas que viven en un estado pre racional? Esta explicación tal vez parezca convincente para quien se pregunte sobre estas cuestiones desde lejos y superficialmente. Pero no parece una respuesta que satisfaga a un espíritu que se haya acercado a los pobres y a sus vidas con verdadera caridad pastoral. ¿Por qué no pensar mejor que la Virgen los quiere con un cariño especial y que los atrae con amor de madre para llevarlos a Dios? ¿Se puede aceptar que Dios atrae a los pobres por caminos distintos a los que elegiríamos los agentes de pastoral? ¿Por qué no ver en esa intensa devoción un impulso de la gracia divina?
Creemos que hay argumentos –históricos y teológicos- suficientes para sostener que la Virgen quiere a los más humildes de estas tierras con un amor especial. Con una mirada desde "la cercanía que nos hace amigos de los pobres" (Aparecida 398) no es difícil percibir que en la mayoría de los casos, en sus luchas cotidianas nuestro pueblo pobre se confía a la Madre del cielo. En Ella buscan consuelo, esperanza, fuerza para seguir adelante. Es frecuente en nuestro continente ver en los santuarios o en las ermitas de las ciudades quienes se detienen a contemplar con "una mirada entrañable a una imagen querida de María" (Aparecida 261). Puede decirse que la Virgen vive de un modo especial en el corazón del pueblo latinoamericano. Ella es la mujer llena de Dios, la primera discípula de Jesús, es lógico que haga suyo el "Felices ustedes, los pobres" (Lc 6,20) de su Hijo. Ella les toca el corazón, los llama, los reúne como hermanos y les da el consuelo necesario para los sufrimientos de la vida. En el dolor, en la angustia, Ella les repite incansablemente al oído: "No se turbe tu corazón… ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?" (Nican Mopohua, 118-119).
Sobre este camino discurrirán las reflexiones de este artículo, intentaremos meditar sobre las riquezas de esta providencial relación entre la Virgen y los pobres para iluminar así nuestra acción pastoral con ellos. Puestos a tratar de este tema es mucho lo que podría decirse. En este primer artículo –que esperamos completar con un segundo- recorreremos las raíces históricas de esta fuerte presencia mariana en nuestro continente y sus consecuencias. En primer lugar repasaremos rápidamente algunos hechos marianos que resultaron significativos para la evangelización de América Latina. Luego presentaremos algunas reflexiones que nos suscitan estas historias. Esto lo haremos por tres senderos, comenzaremos por decir algo acerca del nuevo modo cultural de vivir la fe que nace en Latinoamérica y el lugar central que le otorga a María. Acto seguido veremos cómo la Virgen ejerce su vocación maternal reuniendo a sus hijos alrededor suyo y va gestando en su seno a un pueblo nuevo. Por último, diremos algo sobre las imágenes religiosas y su importancia en la evangelización.

1. Causas históricas de la fuerte devoción mariana de nuestro pueblo

Si repasamos la historia vemos que la Virgen María, a través de sus distintas advocaciones, está muy presente en el proceso histórico de Latinoamérica. Esto puede verse desde sus más remotos inicios. Lo atestigua la invocación "Jesús con María sea nuestra salvación en el camino" de Colón y su tripulación al partir del puerto de Palos el 3 de agosto de 1942, el rebautizo de la nave principal como "Santa María" y la profunda devoción mariana de estos primeros expedicionarios que al llegar a tierra "daban gracias a Dios y dijeron, cantada, la Salve Regina con otras coplas y prosas devotas que contienen alabanzas de Dios y nuestra Señora" (Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, lib.III, cap.131).
En 1531, pocos años después de la llegada de los españoles se iba anunciando el futuro mestizaje, en las calles de Tenochtitlán deambulaban abandonados los primeros niños mestizos, "buscando de comer lo que dejan los puercos y los perros". Es ahí cuando, en la tilma del indio Juan Diego se aparece milagrosamente la Virgen de Guadalupe tomando el rostro de los más sufridos: un rostro
mestizo. En esa misma década –y como consecuencia de esta aparición- comienzan los indios a acudir masivamente a pedir el bautismo. Un cronista de la época cuenta que "eran tantos los que en aquellos tiempos venían al bautismo, que a los ministros que bautizaban, muchas veces les acontecía no poder alzar el brazo" (Mendieta, Historia eclesiástica indiana, 266).
Desde Guadalupe la presencia de la Virgen se extenderá a todo el continente. Muchas veces se repetirá la dinámica interna de este acontecimiento: una manifestación sobrenatural –o tomada como tal- de la Madre de Dios vinculada a los españoles que expresa la preferencia maternal de María hacia los más pobres y de algún modo atrae y convierte a los indios. El inca Garcilaso de la Vega nos relata cómo en 1536 la Virgen –que luego se llamaría de la Descensión- con el resplandor de su belleza rinde a sus pies a indios de los más salvajes de Cuzco. Cuando un grupo de ellos se preparaba para atacar y degollar a los cristianos "se les apareció en el aire Nuestra Señora con el niño Jesús en brazos, con grandísimo resplandor y hermosura, y se puso delante de ellos; los infieles, mirando aquella maravilla quedaron pasmados; sentían que les caía en los ojos un polvo, ya como arena, ya como rocío, con que se les quitó la vista de los ojos que no sabían donde estaban" (Garcilazo, Comentarios reales; 2ª. Parte, lib. 1ª cap. XXV, 589). Luego describe el cariño y la devoción que le tomaron esos temibles indios: "viendo que la Virgen María los venció y rindió con su hermosísima vista y con el regalo del rocío que les echaba a los ojos, le cobraron tanto amor y afición que, no contentos de oír a los sacerdotes los nombres y renombres que a la Virgen le dan en la lengua latina y castellana, han procurado traducirlo en su lengua y añadir los que han podido, por hablarle y llamarle en la propia lengua… dícenle 'Mamanchic' que es Señora y Madre nuestra; 'Coya': Reina; 'Ñusta': Princesa de sangre real; 'Zapay': Única; 'Yurac Amancay': Azucena Blanca; 'Chasca': Lucero del Alba; 'Citoccoyllor': Estrella resplandeciente; 'Huc hanac': sin pecado; 'Mana Chancasca': No tocada, que es lo mismo que inviolada; 'Tazque': Virgen pura; 'Diospa Maman': Madre de Dios; también dicen 'Pachacamacpa Maman' que es madre del Hacedor y sustentador del Universo. Dicen 'Huac Chacuyac' que es amadora y bienhechora de pobres..." (ibid., 591).
En 1651 la Virgen con el niño en brazos se le aparece al cacique de una tribu indígena de Venezuela, los coromotos. Ella le habla en su idioma y lo manda "al sitio donde viven los blancos para recibir el agua sobre la cabeza y así ir al cielo". Hoy la Virgen de Coromoto es patrona de Venezuela.
También aquí en Argentina aun se veneran advocaciones que rondan los cuatro siglos. Entre las más conocidas están Nuestra Señora de Luján, Nuestra Señora de Itatí, Nuestra Señora del Valle, la Virgen del milagro de Salta, Nuestra Señora del Rosario del Milagro en Córdoba y Nuestra Señora de la Consolación en Sumampa.
Detengámonos un poco en lo referente a la Virgen de Luján ya que se trata de la patrona de la Argentina. Allá por 1630 se queda milagrosamente a orillas del río Luján, en la desolación de la pampa. Los testigos del milagro fueron unos simples troperos, muy probablemente contrabandistas, y un negro esclavo llamado Manuel. Desde allí, en una humilde ermita cuidada por este esclavo, reparte gracias a devotos que vienen de muchos lugares, en su mayoría gente pobre que pasaba su vida en parajes muy desamparados. En 1674 esta pequeña imagen de la Inmaculada es trasladada por Ana de Matos –una viuda adinerada pero de no muy buena reputación en sociedad- a sus tierras, donde hoy es Luján y se va formando un caserío alrededor de ella. Al amparo de su calor de madre se va nucleando un pueblo formado sobre todo por humildes campesinos. "Es la Virgen de Luján la primera fundadora de esta villa" reza la rayera que se le colocó en 1887.
Nuestra historia como argentinos está profundamente marcada por las gracias que la Virgen nos concedió desde Luján en estos casi cuatrocientos años. En los albores de nuestra independencia, cuando Pueyrredón tuvo que reclutar una tropa para resistir a las invasiones inglesas fue a Luján. Allí juntó hombres y luego de participar con su improvisado ejército de una misa ante la sagrada imagen partió a pelear. Llevaba un estandarte en una de cuyas caras estaba retratada la Pura y Limpia Concepción y cada uno de ellos usaba como protección cintas azul y blanca que consiguieron en el santuario y se llamaban medidas de la Virgen, por ser cortadas de la altura de aquella imagen y ser del color de su manto. También Belgrano pasó con su ejército en 1810 cuando se dirigía al Paraguay. Desde allí llevó una imagen de Nuestra Señora de Luján que lo acompaño en toda la expedición. Es conocida la devoción de Belgrano por la Inmaculada, que era la Patrona Universal de España y de las Indias y cuyos colores distintivos son el azul-celeste y blanco, los mismos que eligió el prócer para nuestra bandera. Este mismo general, poco tiempo después le entregaría su bastón de mando a la Virgen de la Merced y la proclamaría como generala del Ejército.
Ya en el siglo XX, en 1930, al cumplirse el tercer centenario del milagro de Luján en nuestras tierras el pueblo argentino la jura como patrona y se encomienda a su protección, para tenerla como primera intercesora y modelo. Algunas de las palabras más bellas que se han dicho sobre la Virgen de Luján y la Argentina salieron de la boca de Pío XII. Este Papa, que fue quien declaró el dogma de la Asunción de María, visitó la Basílica de Luján algunos años antes de ser elegido Sumo Pontífice. Su nombre era Eugenio Pacelli y vino como legado pontificio para el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Argentina en 1934. Trece años después, ya siendo Papa, recordaba esta visita diciendo: "Aquel Santuario cuyas dos torres, como dos gritos de júbilo que suben al cielo, nos saludaban ya desde el horizonte. Fue Ella la que quiso quedarse allí, pero el alma nacional argentina había sabido comprender que allí tenía su centro natural. Y al entrar en aquellas espaciosas naves, al ver las banderas que Belgrano ganó en Salta o la espada que San Martín blandió en el Perú, al leer los mármoles que recuerdan la solemne coronación de 1887 —la primera en América— o el reconocimiento de su Patrocinio sobre las tierras Del Plata de 1930, al subir a aquel camarín, tan rico como devoto, entonces, sólo entonces nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma grande del pueblo argentino." (Radiomensaje a la Argentina con motivo del I Congreso mariano Nacional de 1947)

2. Algunas reflexiones a partir de la historia

2.1 Lugar central de la Virgen en el cristianismo popular.

Como vemos al repasar la historia, la profunda devoción hacia la Virgen que hoy vive nuestro pueblo no puede considerarse un fenómeno superficial, sus raíces se extienden por más de cinco siglos. Más bien lo que podríamos entender como superficial es la aversión e indiferencia hacia María que ha crecido entre algunos por la prédica agresiva de determinadas sectas y grupos pentecostales. La historia nos muestra claramente que nuestra Madre del cielo tuvo un rol protagónico en el proceso histórico por el que se fue gestando América Latina.
Aquí, como fruto del mestizaje entre el indio y el europeo, y del anuncio del evangelio a ellos, nace una nueva forma cultural de vivir la fe cristiana, Puebla lo llama una "originalidad histórica cultural" (Puebla 446). Este pueblo mestizo desciende de los primeros aborígenes, que tomaron la fe del español, aunque no tomaron su modo de vida. Los hombres y mujeres de este nuevo pueblo no viven la fe cristiana según las formas culturales traídas de Europa sino que la viven en el marco de su cultura propia, viven un "catolicismo popular" (Puebla 444) en el que la devoción a María ocupa un lugar de privilegio.
Cabe aclarar que por catolicismo
popular o cristianismo popular no debe entenderse que los pobres viven un cristianismo devaluado o de segunda, en el que –por laxitud o por indulgencia- se recortan algunas exigencias para que esté al alcance de sus limitaciones. Para responder esta objeción, Aparecida nos advierte que "no podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios" (Aparecida 263, ver Vida Pastoral 282, El tesoro escondido de Aparecida: la espiritualidad popular). En estos cinco siglos de cristianismo en nuestras tierras el Espíritu Santo ha guiado a millones de latinoamericanos hacia el Padre por estos caminos, si queremos pensar una pastoral eficaz no podemos ignorar este hecho.
Rafael Tello es un teólogo argentino que ha reflexionado ampliamente sobre estas cuestiones y cuyas intuiciones son las que le dan sustancia a este artículo. Al estudiar la primera evangelización ve que uno de los cauces que llevaron el agua del evangelio que luego lo inundó todo fue el anuncio de la Virgen María. Lo mismo enseña Puebla cuando afirma que "en nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado, presentando a la Virgen María, como su realización más alta" (Puebla 282). También sostiene este teólogo que mirando el proceso histórico puede decirse que fue la Virgen la que evangelizó al indio y al pobre. Por eso, en la Virgen María está la clave de la nueva evangelización de América Latina y en el tercer milenio Ella debe seguir siendo la estrella de la evangelización (cf. R. Tello, La Nueva Evangelización, 26-32).

2.2 María es la Madre que reúne sus hijos

Cuando había llegado la hora en que consumaría la obra del Padre, pocos segundos antes de proclamar que todo se ha cumplido y entregar su espíritu, Jesús nos deja a su Madre como Madre nuestra. Ese "Ahí tienes a tu Madre" (Jn 19,27) que pronuncia en la cruz es mucho más que una preocupación piadosa de Jesús hacia su Madre. Como explica R. Brown se trata de una fórmula
de
revelación: "En estas fórmulas, el personaje que habla revela el misterio de la especial misión salvífica que habrá de asumir aquél a quien se dirige (por ej. Juan Bautista. 'He aquí al Cordero de Dios' o en sinópticos: 'Tú eres Pedro'). La filiación y la maternidad que se proclaman de este modo desde la cruz tienen un valor definido en los planes de Dios y guardan relación con lo que acontece al ser elevado Jesús sobre la cruz. El versículo que sigue en Juan a este episodio sugiere que hay en todo ello un significado más profundo: 'Después de esto sabiendo Jesús que todo quedaba terminado'. La decisión tomada por Jesús con respecto a su Madre y al discípulo amado viene a completar la obra que el Padre le había encomendado y sirve para dar cumplimiento a la Escritura" (Brown R., El evangelio según San Juan, 1220).
En estas últimas palabras de Jesús, la tradición católica ha interpretado que se nos revela la maternidad espiritual de María sobre los creyentes. Al pie de la cruz, en la hora en que somos creados de nuevo, somos engendrados –ahora sí con dolores de parto- como hijos de la Virgen. Cristo nos "atrae a todos hacia sí" (Jn 12,32) y nos envía hacia ella: "Ahí tienes a tu madre". Vamos a María porque es la voluntad de Dios y en Ella encontramos a Cristo. Es así que los pueblos de América Latina han aprendido a ir "A Cristo por María". A esta conocida fórmula, se la puede complementar con la expresión "Por Cristo a María", ya que recurrimos a María porque Cristo así lo manda.
El indio repentinamente ve destruido su orden social por la conquista y queda sometido a un régimen que lo esclaviza en la mayoría de los casos. Ante una situación que se le presenta como irreversible, poco a poco va encontrando un lugar a través del bautismo y de la Virgen. Sin entrar en los juicios que podrían hacerse sobre este nuevo orden podemos decir que gracias a la fe cristiana el indio puede volver a construir un universo simbólico a su alrededor. En el desamparo total en que se encuentra en este nuevo contexto encuentra el regazo protector de la Madre del cielo y a ella se entrega. Lo ejemplificaba claramente el caso que referíamos de los indios de Cuzco, en la desolación de la guerra encuentran refugio en la deslumbrante belleza de María, a Ella se rinden, y en torno a Ella todo comienza de nuevo. Por el bautismo al indio se le da una identidad y se le reconoce un lugar –el último, pero un lugar- en este nuevo orden social. Esta identidad se ve fortalecida con el sentirse hijos de la Virgen, cuando querían dar a conocer que eran cristianos decían: "Santa María". Es por mediación de Ella que el indio vuelve a sentirse parte de una comunidad histórica.
Esta solicitud maternal de la Virgen hacia los pobres de estas tierras también lo atestigua el milagro de Luján al nuclear un pueblo alrededor suyo. Lo mismo se da en Itatí -que nace en torno al lugar donde se halló la sagrada imagen- y en innumerable cantidad de lugares de América Latina. Juan Pablo II decía al inaugurar la Conferencia de Santo Domingo que "en los pueblos de América, Dios se ha escogido un nuevo pueblo". Este pueblo, profundamente mariano, toma cuerpo al calor de la protección maternal de la Virgen, se va gestando en su seno. Visto bajo esta luz, de la Argentina puede decirse que la Virgen es "la primera fundadora de esta nación".
2.3 Las imágenes marianas y la evangelización
Otro elemento que salta a la vista al recorrer las raíces históricas de la devoción mariana de nuestro pueblo es que las imágenes religiosas –especialmente las marianas- jugaron un papel muy importante en la evangelización de América. Para el pueblo, la Virgen no es simplemente María considerada universalmente. El pueblo reconoce a la Virgen en advocaciones concretas, ligadas a su proceso histórico y generalmente relacionadas de modo milagroso a un lugar.
Las imágenes de la Virgen entran a formar parte de la identidad histórica de cada población. De tal modo, que Puebla enseña que la identidad latinoamericana "se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe que se yergue al inicio de la Evangelización" (DP 446). La devoción mariana es parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo y eso se representa claramente en sus fiestas. Esto es muy notable en las comunidades de bolivianos, peruanos y paraguayos que viven en Argentina, traen sus imágenes religiosas y recrean sus identidades alrededor de sus fiestas.
Esto se debe a que históricamente el hombre de nuestro pueblo ha recibido la fe a través de las imágenes. Al igual que el indio –luego el mestizo y hoy el criollo- conoce mejor de un modo simbólico que de un modo abstracto. Generalmente, no llega al conocimiento de las realidades espirituales por el camino de razonamientos abstractos, más bien lo hace a través de la carga simbólica presente en las cosas sensibles. Es así que la imagen le "dice" más que mil palabras. Mirar un crucifijo le dice que Jesús murió por todos y que su amor es más fuerte que la muerte. Contemplar la belleza de una imagen de la Virgen le hace conocer la providencia maternal de Dios y pregustar la fiesta del cielo. Llevar sobre el pecho la medalla de un santo lo hace sentirse revestido de su protección. De este modo, las imágenes religiosas ofrecen un camino simbólico para aprender las verdades de la fe que es más fácilmente transitado por nuestro pueblo. Esto es algo que no podemos ignorar a la hora de pensar una catequesis en ambientes populares.
La importancia de las imágenes para la evangelización está largamente atestiguada en la tradición de la Iglesia. Ya el II Concilio de Nicea (año 787) decía que "el honor de la imagen, se dirige al original, y el que adora una imagen, adora a la persona en ella representada" (Dz 302). Creemos que esto mismo es lo que vive intensamente el pueblo latinoamericano. Ante las efusivas muestras de amor a la Madre que pudimos ver en aquellos serranos catamarqueños, no parece desproporcionado pensar que tanto cariño y tanta emoción brotan del sentimiento de estar ante la mismísima Virgen en persona.

3. Conclusión

Al terminar estas reflexiones digamos que esperamos que este artículo tenga una segunda parte. Como ya hemos dicho al pasar, la sustancia de este escrito se basa en intuiciones originales del padre Tello. Él meditó largamente estas cuestiones y son muchas sus ideas a este respecto que aun quedarían por desarrollar. Tal vez –esperemos que Dios y la Virgen así lo quieran- pueda hacerse un segundo artículo presentando temas como la fuerza que toma la devoción a la Inmaculada en un pueblo que se sabe pecador y la respuesta que ofrece este teólogo a la pregunta: ¿no es idolatría tanta veneración a la Virgen?
Por último, recordemos que estas páginas tienen por principal objeto el iluminar la acción pastoral entre los más pobres. En el marco de la Misión Continental que convoca Aparecida creemos provechoso el esfuerzo por conocer los cauces por donde fluye este amor tan especial de la Virgen hacia sus hijos más humildes, a quienes guardará siempre en sus ojos como guarda a Juan Diego reflejado en sus pupilas. Y esperamos, y hacemos votos, para que este conocimiento nos impulse a gozarnos en la vida cristiana de nuestro pueblo, que responde a la mirada compasiva de María ofreciéndole filialmente "alma, vida y corazón".
Enrique Ciro Bianchi

jueves, 18 de marzo de 2010

“La Virgen, el indio y el obispo”

Resumen del "nican mopohua" con comentarios linguisticos y pastorales

Nos basamos en el Nican Mopohua.

Está fuera de toda discusión la autenticidad del texto original.

Por no conocer la lengua nahuatl, no podemos ahondar en el análisis del sentido original. La traducción adoptada, aunque es la última, parece usar distintas palabras para el mismo término nahual. No desarrollamos tampoco el simbolismo de los números, e imágenes del mundo indígena. Ni el estudio de la imagen impresa en el ayate. Es solo un intento de reflexión pastoral sobre ese documento llamado el evangelio de América. Supone la fe en el texto sagrado. Y su comprension desde el designio salvador de Dios. No se lo analiza entonces desde el enfoque puramente linguistico o cultural (que es casi inconmensurable), sino desde una visión pastoral que apunta a la salvación.

La Virgen es la intervencion salvadora de Dios en un momento y lugar de la historia humana.

El indio es el habitante de América, no el indígena virgen, sino ya destruido en su vida social por la conquista y cristianizado en lo esencial (bautizado). Es la raíz de ese cristianismo popular que perdura hasta hoy.

El obispo, aunque admirable como persona, manifiesta la estructura eclesial, que ligada al poder político trasmite la verdadera fé al aborigen, pero destruyendo su cultura, y queriendo imponer una cultura eclesial ligada a la española.

Nota a la traducción :

[Fue escrito en elegante náhuatl poco antes o poco después de la muerte de Juan Diego entre 1540-1545, por el indio noble y sabio don Antonio Valeriano (1520-1605). Se reconoce como fuente de información al mismo Juan Diego (1474-1548), quien fue contemporáneo del padre de Valeriano y conocido de éste. Valeriano tendría once años de edad en la fecha de las apariciones y veintiocho a la muerte de Juan Diego. El original fue escrito sobre papel hecho con palma de maguey, como los antiguos códices aztecas. La presente traducción del náhuatl la ha realizado el Sr. Pbro. Don Mario Rojas Sanchez, sacerdote de la diócesis de Huejutla; de él también es la división en versículos (cuya numeración acá omitimos) hasta lograr 218, para puntualizar los sentidos. El P. Mario Rojas se ha dedicado desde su juventud a los estudios del náhuatl clásico, de la historia, los documentos y los monumentos de las razas prehispánicas, en especial de la nación azteca.]

Introduccion de Fray Mamerto Esquiú:

"Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe es el hecho que más que ninguna otra cosa ni con más honor y consuelo merece la calificación de Americano!

Los prudentes del siglo, los que explotan en beneficio propio todo lo que es del público, se burlarán de tan insípida y extraña expresión! Pero yo que soy hijo de la América y que no cedo a nadie en amarla y que mi corazón late de puro entusiasmo por la dignidad del hombre y de los Pueblos, porque creo y amo la dignidad infinita de Jesucristo, sí, con el más vivo sentimiento de honor nacional, de consuelo y sin ruborizarme repito: La Virgen de Guadalupe es Un hecho eminentemente Americano!"

Texto del nican mopohua ("aquí se narra..")

Aquí se cuenta, se ordena, cómo , hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta Virgen Santa María Madre de Dios, nuestra Reina, allá en el Tepeyac de renombre Guadalupe.

Primero se hizo ver de un indito, su nombre Juan Diego; y después se apareció su preciosa Imagen delante del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

Ya en este título del "evangelio de América" se plantea el contenido de todo el relato desde la diferencia de culturas (india y española) y la contraposición socio-religiosa (indito y Obispo). Temas que se repetirán a lo largo del relato. La Virgen es llamada ya "nuestra Reina". El Tepeyac ha sido renombrado por los españoles: Guadalupe. El indio es llamado por el nombre de su bautismo. El mismo nombre con que lo llamará la Virgen. La Virgen se deja ver por el indio. El obispo solo verá su imagen.

Diez años después de conquistada la ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos.

La guerra era un aspecto simbólico y real del funcionamiento de la sociedad azteca. Por eso al decir que se suspendió la guerra, se está significando también que "se acabó nuestra sociedad, se acabó nuestra nación".

No es la paz del orden sino de los cementerios. La Virgen se va a manifestar a un pueblo oprimido y destruido en su vida social.

Así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquel por quien se vive: el verdadero Dios.

Lenguaje de las flores, típico de la civilización azteca. Ipalnemohuani: Dios azteca "Aquel por quien vivimos"

El Dios de los indios está vinculado a esta vida. La flor y el canto son modos de comunicación de lo divino.

En aquella sazón, el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un indito, un pobre hombre del pueblo, Su nombre era Juan Diego, según de dice, vecino en Cuauhtitlán.

Cuauhtitlán: "lugar donde abundan las águilas". El nombre original de Juan Diego era Cuauhtlatoatzin: "el que habla como águila".Había entre los aztecas guerreros tigre y guerreros águila.

La numeración del tiempo ya no es azteca sino española y cristiana. Según datos históricos Juan Diego tenía 57 años de edad y 7 de cristiano en ese momento. Es un macehual, en la estructura social mexica, es decir no de la clase alta, pero con parcela de tierra que cultivaba y cuyo producto vendía en el mercado. Los mexicas recibían una educación esmerada. Ser un pobre hombre de pueblo, un indio no le quita dignidad.

[...]Y al llegar cerca del cerrito llamado Tepayac ya amanecía. Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos; al cesar sus voces, como que les correspondía el cerro, sobremanera suaves, deleitosos, sus cantos sobrepujaban al del coyoltótotl y del tzinitzcan y al de otros pájaros finos.

El canto, al igual que las flores y junto con ellas , son señal de las comunicaciones de Dios. "Flor y canto" (in xóchitl in cuicatl) la verdad y la belleza. "Se estableció el canto. Se fijaban los tambores. Se decía que así principiaban las ciudades; existía en ellas la música".

Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Donde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento? ¿Acaso en la tierra celestial?

Por el símbolo de la flor como verdad, al decir que el Tepeyac es xochitlalpan ("lugar donde abundan las flores"), se nos declara que es el lugar de la verdad. Tonacatlalpan: ("el lugar de nuestra carne"), se refiere al lugar de donde todos procedemos. Tomoanchan: lugar en donde Tonacatecutli, "el señor de nuestra carne" va formando a los hombres y los va mandando al seno de sus madres en la tierra. De este paraíso hablaban los antiguos sabios (tlamatinime).

La Virgen se va a manifestar desde el cielo indígena. Desde la cultura del indio. El cielo de Juan Diego es como esta tierra: con flores y maíz. En su cristianismo mantiene el cielo de sus antepasados, que fue destruido por la conquista.

Hacia allá estaba viendo, arriba del cerrillo, del lado de donde sale el sol, de donde procedía el precioso canto celestial. Y cuando cesó de pronto el canto, cuando dejó de oírse, entonces oyó que lo llamaban, de arriba del cerrillo, le decían : "Juanito, Juan Dieguito".

(Se omite la detallada descripción de la Virgen llena de simbolos de belleza similar a las teofanías del Horeb en la biblia.)

[...] En su presencia se postró. Escuchó su aliento, su palabra, que era extremadamente glorificadora, sumamente afable, como de quien lo atraía y estimaba mucho. Le dijo: Escucha, hijo mío el menor, Juanito: ¿a dónde te diriges?

Xocoyotl: hijo o hija menor o último. Hablando cariñosamente equivale al mas chico de los hijos, el pequeño.
Sólo una madre usa el diminutivo para un hombre de 57 años.

Y él le contestó: Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu casita de México-Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor: nuestros sacerdotes.

El indio va a recibir la fe de España pero no asimilará las formas eclesiales de los españoles. Los sacerdotes son transmisores de esa fe que será aceptada en lo esencial, desde una visión indígena.

En seguida, con esto dialoga con él, le descubre su preciosa voluntad: Le dice: "Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra; mucho quiero, mucho deseo que aquí le levanten mi casita sagrada,

La Virgen está diciendo que ella es la Madre de los antiguos dioses nahuas, y menciona solo los nombres de aquellos dioses que no tenían representación en imágenes, pero que formaban parte de la teología mas pura, sobre todo de la teología inmediatamente anterior a la conquista.

La Virgen pide un templo en el monte consagrado a las divinidades de su pueblo. Ella elige el lugar, no los sacerdotes, ni el indio. Por qué los milagros suceden en algunos sitios y en otros no, queda en el misterioso designio de Dios, decía ya San Agustín. En las apariciones de Lourdes en 1858 también pedirá a Bernardita que los sacerdotes le edifiquen un templo.

en donde lo mostraré, lo ensalzaré, al ponerlo de manifiesto; lo daré a las gentes con todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación.

La nueva traducción que ha tenido en cuenta muy de cerca los matices de la gramática náhuatl, descubre que el foco y centro de interés es Dios.(¿Excesiva preocupación cristocéntrica del traductor?

La antigua versión decía "me mostraré")"A las gentes" (ixquich), literalmente: a todos.

Porque yo en verdad soy vuestra Madre compasiva,

Maternidad y compasión son lo propio de la Virgen en América.

tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí.

No excluye a ningún habitante de esta tierra americana. El "estaís en uno" abarca también a los españoles. Lleva implícito el mestizaje. Se presenta como Madre del pueblo nuevo que nace de esa mezcla de razas.

Porque allí escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.

No habla de liberación, sino de aliviar su opresión. El mensaje trasciende el presente de Juan Diego.

Como el evangelio es universal. El pueblo mestizo y oprimido tendrá una Madre. La pastoral debiera valorar mas ese presentar la vida penosa del pobre ante la mirada compasiva de la Virgen; especialmente en los santuarios por ella elegidos.

Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en el llano mi templo; todo lo contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído.

"Compasiva mirada misericordiosa" estas y otras palabras del mensaje coinciden con el contenido de la Salve ("esos tus ojos misericordiosos" "vida dulzura y esperanza" "llanto y tristeza"). Ese es el inicio de la acción salvadora. El español había destruido los templos que sustentaban la vida social del indio. La Virgen reconstruye esa vida desde un nuevo templo, de ella, pero no de los españoles.

Elige como emisario al indio, que debe trasmitirle al obispo lo que ella quiere.

Lo normal desde una perspectiva eclesial es que el obispo le diga al indio lo que Dios quiere.

[...]Cuando vino a llegar al interior de la ciudad, luego fue derecho al Palacio del obispo, que muy recientemente había llegado, gobernante, sacerdote; su nombre era D. Fray Juan de Zumárraga, Sacerdote de San Francisco.

A pocos hombres debe tanto México como a este vasco, el primero en contemplar el retrato que dio la Virgen a sus mexicanos. El consiguió traer la primera imprenta que hubo en América, negoció en Toledo la primera Universidad, fundó el Hospital del Amor de Dios, trajo de España árboles frutales, semillas de lino y cáñamo y hasta moriscos de Granada para enseñar a los indios el cultivo de la seda, ganado lanar y artesanal para que se enseñasen a tejer telas, alfombras y tapicería.

Y en cuanto llegó, luego hace el intento de verlo, les ruega a sus servidores, a sus ayudantes, que vayan a decírselo: Después de pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el señor obispo que entrara. Y en cuanto entró, luego ante él se arrodilló, luego ya le descubre, le cuenta el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le dice todo lo que admiró, lo que vio, lo que oyó. Y habiendo escuchado toda su narración, su mensaje, como que no mucho lo tuvo por cierto,

[En las informaciones de 1666 dicen los testigos indígenas que en esta primera entrevista hicieron burla de Juan Diego, el obispo y sus acompañantes.]

Según el padre Tovar jesuita de Texcoco, en un documento del siglo XVI, el obispo "habría replicado expresando clara desconfianza y preguntando al vidente si lo que había creído contemplar no sería mas que efecto de un rato de embriaguez.".

le respondió, le dijo: "Hijo mío, otra vez vendrás, aun con calma te oiré, bien aun desde el principio miraré, consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad, tu deseo".

El indio espera ser pronto creído, porque él tiene fe en la Virgen. La fe del pobre es inmediata no entiende de dilaciones o mediaciones. Pero solo recibe promesas y buenos modos. El medio eclesial no está preparado para atender indios que se manejan con otra cultura.. Al indio le costará cada vez mas llegar a la autoridad eclesial.

Salió; venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo.

Conclusión de la perícopa: la fé popular (su vinculación con la Virgen) no es comprendida por la estructura eclesial.

Luego se volvió, al terminar el día; luego de allá se vino derecho a la cumbre del cerrillo.

La noche, la falta de luz como en los evangelios simboliza un estado de incomprensión del mensaje. (Cfr. J. Mateos, passim)

Y tuvo la dicha de encontrar a la Reina del Cielo: allí, cabalmente donde la primera vez se le apareció, lo estaba esperando. Y en cuanto la vio, ante Ella se postró, se arrojó por tierra, le dijo: Patroncita, Señora, Reina, Hija mía la mas pequeña, mi Muchachita, ya fui donde me mandaste a cumplir tu amable aliento, tu amable palabra; aunque difícilmente entré a donde es el lugar del Gobernante Sacerdote, lo vi, ante él expuse tu aliento, tu palabra, como me lo mandaste.

Tlacaetl: persona noble, generosa, magnífica. También la llama "la mas pequeña"(noxocoyouhe) como ella lo había llamado a él..

Habría que estudiar desde el punto de vista lingüístico cada uno de los nombres que el indio da a la Virgen en su idioma, y sus matices de respeto, cariño y cercanía.

También notar que cuando habla la Virgen se usa la palabra "obispo" en el original, casi siempre, menos la última vez en que emplea la palabra que usa aquí Juan Diego "teopixca-tlatoani" "sacerdote-gobernante". El narrador también emplea obispo gobernante. El tlatoani gobernaba desde lo religioso. No se dividía la sociedad mexica en compartimientos: lo social, lo económico, lo religioso. Mercado y templo van juntos. No se concebía la vida social sin lo religioso

Me recibió amablemente y lo escuchó perfectamente, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió, no lo tiene por cierto. Me dijo: "Otra vez vendrás, aun con calma te escucharé, bien aun desde el principio veré por lo que has venido, tu deseo, tu voluntad". Bien en ello miré, según me respondió, que piensa que tu casa que quieres que te hagan aquí, tal vez yo nada más lo invento, o que tal vez no es de tus labios.

El obispo no entiende al indio pero el indio entiende perfectamente al obispo. La sabiduría del pobre le hace conocer a las personas.

Mucho te suplico, Señora mía, Muchachita mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean.

Es la lógica humana, la que quiere usar aquí Juan Diego. Porque es la que usa habitualmente la Iglesia: confiar mas fácilmente en el que es "respetable".

Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas, no es lugar de mi andar ni de mi detenerme allá a donde me envías, Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña.

Cuitlapilli: "cola o rabo"; atlapalli: "hoja de árbol o hierba"; estos dos vocablos unidos significan "gente menuda". Mecapal, cacaxtli (parihuela): enseres de carga, aún en uso en muchas regiones del país; el primero: una faja de ixtle que pasa por la frente y ayuda a sostener la carga; el segundo un armadijo de varas y cuerdas donde se acomoda el fardo, y va apoyada en las espaldas del cargador. Son expresiones de mucha humildad, tomadas de los refranes y modos de hablar de aquel entonces, del habla popular. Como si dijera: "No soy más que un animal de carga; necesito que otras personas me guíen; me siento fuera de mi ambiente en esos lugares a donde me mandas.."

Se marca claramente aquí la diferencia cultural, y la separación entre pobre y rico. Aún hoy día muchos pobres sienten que "no es lugar de mi andar" allá donde se pretende que vayan. Este humilde conocimiento de su condición de pobreza lo impulsa a querer cambiar el designio de la Virgen.

Por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora y Dueña mía.

Pero entonces aparece con toda su fuerza el designio salvador de Dios mediante los pobres:

Le respondió la Perfecta Virgen, digna de honra y veneración: Escucha, el más pequeño de mis hijos; ten por cierto que nos son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quienes encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad; pero es muy necesario que tú, personalmente vayas, ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. Y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que realice, haga mi templo que le pido. Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, Yo, que soy la madre de Dios, te mando.

Dios quiere salvar al hombre no solo por los canales habituales de la Iglesia institución, sino por la comunicación amorosa y personal de la Virgen Madre. Y ese designio debe ser comprendido por el obispo como verdadero. Reconoce la Virgen los caminos habituales ("no son escasos mis servidores, mis mensajeros"), pero quiere emplear en América el camino del indio pobre y despreciado. El designio divino es que el obispo acepte la presencia y palabra del indio. Ese camino de salvación se concreta en una iglesia (templo) para el indio.

Juan Diego por su parte, le respondió, le dijo: Señora mía, Reina, Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; con todo gusto iré a poner por obra tu aliento, tu palabra; de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni estimo por molesto el camino.

El indio ante la firmeza de la Virgen obedece. Pero no cambia de opinión:

Iré a poner en obra tu voluntad, pero tal vez no seré oído, y si fuere oído, quizás no seré creído.

[...]Y a eso de las diez fue cuando estuvo preparado: se había oído Misa y se había nombrado lista y se había dispersado la multitud.

Pasar lista: se refiere al registro que se llevaba de todos los bautizados. No estar el domingo para pasar lista podría despertar sospechas de haber regresado a las idolatrías.

El indio no se exime de su obligación de cumplir con la institución eclesial. Primero oye misa porque es domingo y es "anotado en la lista".

Juan Diego luego fue al palacio del señor obispo.

("Tlatoani Obispo")

Y en cuanto llegó hizo toda la lucha por verlo, y con mucho trabajo otra vez lo vio. A sus pies se hincó, lloró, se puso triste al hablarle, al descubrirle la palabra, el aliento de la Reina del Cielo, Que ojalá fuera creída la embajada, la voluntad de la Perfecta Virgen, de hacerle, de erigirle su casita sagrada, en donde había dicho, en donde la quería. Y el gobernante obispo muchísimas cosas le preguntó, le investigó, para poder cerciorarse, dónde la había visto, cómo era Ella; todo absolutamente se lo contó al señor obispo.

Epi-scopo: es el que vigila, el que administra. Es el guardián de la fe verdadera.

Y aunque todo absolutamente se lo declaró, y en cada cosa vio, admiró que aparecía con toda claridad que Ella era la Perfecta Virgen, la Amable, Maravillosa Madre de Nuestro Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, no luego se realizó. Dijo que no sólo por su palabra su petición se haría, se realizaría lo que él pedía: que era muy necesaria alguna otra señal para poder ser creído cómo a él lo enviaba la Reina del Cielo en persona.

En los números 79, 94,101, 123, 137, 160, etc. se repiten constantemente las palabras tlanezcayotl, tlaneltiliztli, machiyotl: prueba, comprobación, señal.

El indio no duda que la Madre de Dios le dará cualquier señal que le pida:

Tan pronto como lo oyó Juan Diego, le dijo al obispo: "Señor gobernante, considera cuál será la señal que pides, porque luego iré a pedírsela a la Reina del Cielo que me envió".

El que parece dudar en pedir una señal determinada es el obispo. (¿Cfr. Isaías 7?)

Y habiendo visto el obispo que ratificaba, que en nada vacilaba ni dudaba, luego lo despacha.

La institución, mas que en milagros prefiere confiar, logicamente, en informantes:

Y en cuanto se viene, luego les manda algunos de los de su casa en los que tenía absoluta confianza, que lo vinieran siguiendo, que bien lo observaran a dónde iba, a quién veía, con quién hablaba.

El enojo de los que lo siguen, al perderlo de vista, motiva que le "llenen la cabeza al obispo":

[...]Así le fueron a contar al señor obispo, le metieron en la cabeza que no le creyera, le dijeron cómo nomás le contaba mentiras, que nada más inventaba lo que venía a decirle, o que solo soñaba o imaginaba lo que le decía, lo que le pedía.

(Lo peor siempre es el entorno.) Y dentro de su espacio de poder, toman decisiones:

Y bien así lo determinaron que si otra vez venía, regresaba, allí lo agarrarían, y fuertemente lo castigarían, para que ya no volviera a decir mentiras ni alborotar a la gente.

Son los guardianes del orden: buscan evitar el tumulto.

Entre tanto Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del señor Obispo. La que oída por la Señora, le dijo: Bien está, hijito mío, volverás mañana para que lleves al obispo la señal que te ha pedido: con esto te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará. Y sábete hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has impendido; Ea, vete ahora, que mañana aquí te aguardo.

Además de prometer una señal que ella elegirá, le asegura que será creído y subraya una vez mas como en veces anteriores la dificultad y el trabajo que significaba para Juan Diego esa misión. Siendo un pobre frecuentar el palacio con un mensaje increíble.

Y al día siguiente, lunes, cuando debía llevar Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió. Porque cuando fue a llegar a su casa, a un su tío, de nombre Juan Bernardino, se le había asentado la enfermedad, estaba muy grave.

In cocoliztli: literalmente la enfermedad; pero en esos tiempos era la viruela traída por los españoles, para la que no había remedio.

Otro elemento que marca el mestizaje y la opresión.

Aún fue a llamarle al médico, aún hizo por él, pero ya no era tiempo, ya estaba muy grave. Y cuando anocheció, le rogó su tío que cuando aún fuere de madrugada, cuando aún estuviere oscuro, saliera hacia acá, viniera a llamar a Tlatilolco algún Sacerdote para que fuera a confesarlo, para que fuera a prepararlo. Porque estaba seguro de que ya era el tiempo, ya el lugar de morir, porque ya no se levantaría, ya no se curaría.

En el mundo náhuatl el tío (hermano de la madre) heredaba a sus sobrinos y no a sus hijos; el verdadero antepasado no era el padre sino el tío. En los textos de Sahagún vemos que tío es la máxima expresión de respeto y consideración que se puede tener hacia una persona honorable.

Es mientras Juan Diego va apurado a buscar al sacerdote, cuando tiene el desconcertante propósito de evitar el encuentro con la Virgen, para no retrasarse. Lo sobrenatural no anula en él lo inmediato. Creer en el mas allá, no es desentenderse de las urgencias de caridad en esta vida. La vida eterna y la presente van naturalmente juntas en la vida del pobre.

[...]"Si me voy derecho por el camino, no vaya a ser que me vea esta Señora y, seguro, como antes me detendrá para que le lleve la señal al gobernante eclesiástico como me lo mandó; que primero nos deje nuestra tribulación; que antes yo llame de prisa al sacerdote religioso, mi tío no hace mas que aguardarlo".

In Teopixqui Motolinia (al sacerdote religioso, o al Padre Motolinía ): Puede entenderse de las dos maneras. Se sabe que el Padre Motolinía había tenido influjo en la vida espiritual de aquellos inditos. Tal vez por ello lo buscaban a él personalmente. (B. Tanco p. 55).

Pero "la que perfectamente a todas partes está mirando" le sale al encuentro:

Le vino a salir al encuentro a un lado del cerro, le vino a atajar los pasos; le dijo: "Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?" Y él tal vez un poco se apenó, ¿o quizás se avergonzó? ¿O tal vez de ello se espantó, se puso temeroso? En su presencia se postró, la saludó, le dijo: "Mi jovencita, Hija mía la mas pequeña, Niña mía, ojalá que estés contenta: ¿cómo amaneciste? ¿acaso sientes bien tu amado cuerpecito, Señora mía, Niña mía? Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Muchachita mía, que está muy grave un servidor tuyo, tío mío. Una gran enfermedad se le ha asentado, seguro que pronto va a morir de ella. Y ahora iré de prisa a tu casita de México, a llamar alguno de los amados de Nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y a prepararlo.

Y en la próxima frase expresa el "fatalismo" de su visión de la vida, que habría que estudiarlo desde la teología náhual y desde el Eclesisastés:

Porque en realidad para ello nacimos, los que vinimos a esperar el trabajo de nuestra muerte.

Mas si voy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar tu aliento, tu palabra, Señora, Jovencita mía. Te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía la menor, Niña mía, mañana sin falta vendré a toda prisa".

En cuanto oyó las razones de Juan Diego, le respondió la Piadosa Perfecta Virgen: "Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante, aflictiva. ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿no estás bajo mi sombra y resguardo? ¿no soy yo la fuente de tu alegría? ¿no estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿tienes necesidad de alguna otra cosa?

La frase: Cuix amo Nehuatl in nimopaccayeliz? es casi intraducible por la profundidad de su contenido: "¿No soy yo la naturaleza de tu salud, el ser de tu bienestar, el principio vital de tu paz?" Nocuixango, Nomamalhuazco, Cuixantli es la cavidad delantera que se forma con una vestidura: falda, enagua, delantal, ayate, para cargar algo; de allí la idea y la imagen de gremio, regazo, protección, intimidad, cercanía, amparo. Mamalhuaztli es el receptáculo semejante pero formado hacia la espalda con el rebozo, manto, capa, o con el mismo ayate, dándole vuelta. Esta expresión de la Virgen corresponde a lo que había dicho Juan Diego: "necesito ser conducido, llevado a cuestas.." Ahora Ella le dice: "¿No te llevo en mis brazos?¿No te cargo en mis espaldas?". Vemos aún ahora cuán tiernamente llevan las indias a sus hijitos en las espaldas.

Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe: Que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora, ten por cierto que ya está bueno".

(Y luego en aquel mismo momento sanó su tío como después se supo).

Y Juan Diego, cuando oyó la amable palabra, el amable aliento de la Reina del Cuelo, muchísimo con ello se consoló, bien con ella se apaciguó su corazón.

Ilhuicac Cihuapilli: "La Reina del Cielo". Diecisiete veces nombra así a la Virgen el nican mopohua; y once veces Cihuapilli "Reina".

Y le suplicó que inmediatamente lo mandara a ver al gobernante obispo, a llevarle algo de señal, de comprobación para que creyera. Y la Reina Celestial luego le mandó que subiera a la cumbre del cerrillo, en donde antes la veía.

El cerro de la aparición forma parte de la señal. De donde adoraban sus antepasados viene el milagro.

Le dijo: "sube hijo mío el menor, a la cumbre del cerrillo, a donde me viste y te di órdenes:

Allí verás que hay variadas flores; córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas; luego baja aquí; tráelas aquí, a mi presencia.

La verdad en la tierra se expresaba con el difrasismo Flor y Canto: In xóchitl in Cuicatl.

Y Juan Diego luego subió al cerrillo. Y cuando llegó a la cumbre, mucho admiró cuántas había, florecidas, abiertas sus corolas, flores las más variadas, bellas y hermosas, cuando todavía no era su tiempo: Porque de veras que en aquella sazón arreciaba el hielo. Estaban difundiendo un olor suavísimo; como perlas preciosas, como llenas de rocío nocturno. Luego comenzó a cortarlas, todas las juntó, las puso en el hueco de su tilma.

Si las flores son la verdad, el indio junta verdades que vienen de sus ancestros, en el hueco de su poncho. Pero para que sean un signo, todavía las tiene que tocar la Virgen.

Por cierto que en la cumbre del cerrito no era lugar en que se dieran ningunas flores, sólo abundaban los riscos, abrojos, espinas; nopales, mezquites. Y si acaso algunas hierbecillas se solían dar. Entonces era el mes de diciembre, en que todo lo come, lo destruye el hielo.

Y en seguida vino a bajar, vino a traerle a la Niña Celestial las diferentes flores que había ido a cortar. Y cuando las vio, con sus venerables manos las tomó;

Es un gesto casi sacramental. Como Cristo, que tomó el pan "en sus santas y venerables manos" (canonI).

Luego otra vez se las vino a poner todas juntas en el hueco de su ayate, le dijo:

"Mi hijito menor, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al obispo. De mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad."

Las flores-verdades, van unidas a la palabra del indio y a su poncho o ayate, que simboliza toda su vida.
Ese es el querer de la Virgen, que tiene que reconocer el obispo-iglesia.

Y mucho te mando con rigor que nada más a solas, en la presencia del obispo, extiendas tu ayate, y le enseñes lo que llevas.

Se recalca que la señal es solo para el obispo.

Y tú que eres mi mensajero... en ti absolutamente se deposita la confianza.

La confianza de la Virgen (y de la Iglesia?) en el indio, contrasta con la desconfianza del entorno, para quienes "contaba mentiras" "inventaba lo que venía a decirle" "solo imaginaba lo que le decía" o "alborotaba a la gente".

Y le contarás todo puntualmente, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar flores, y cada cosa que viste y admiraste, Para que puedas convencer al gobernante sacerdote, para que luego ponga lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que le he pedido.

Las palabras del indio y su admiración, entran también a formar parte del signo, junto con el cerro, las flores, y el templo-casita de la Virgen.

Y en cuanto le dio su mandato la Celestial Reina, vino a tomar la calzada, que viene derecho a México, ya viene contento. Ya así viene sosegado su corazón, porque vendrá a salir bien, lo llevará perfectamente. Mucho viene cuidando lo que está en el hueco de la vestidura, no vaya a ser que algo tire; Viene disfrutando del aroma de las diversas preciosas flores.

El indio disfruta y cuida su vida y sus verdades que han sido tocadas por la Virgen. Todo saldrá bien.

Y cuando vino a llegar al palacio del obispo, lo fueron a encontrar el portero y los demás servidores del sacerdote gobernante. Y les suplicó que le dijeran cómo deseaba verlo, pero ninguno quiso; fingían que no le entendían, o tal vez porque aun estaba muy oscuro; O tal vez porque ya lo conocían que nomás los molestaba, los importunaba, y ya les habían contado sus compañeros, los que lo fueron a perder de vista cuando lo siguieron el día anterior. Durante muchísimo rato estuvo esperando la razón.

Cada vez le resulta mas difícil a la tosudez del indio, llegar hasta el sacerdote gobernante.

Y cuando vieron que por muchísimo rato estuvo allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si era llamado, y como que algo traía, lo llevaba en el hueco de su tilma; luego, pues, se le acercaron para ver qué traía y desengañarse.

Los del palacio episcopal asumen la función investigadora del obispo (epi-scopo). ¿Desobedece Juan Diego a la Virgen forzado por la violencia? ¿O forman parte del obispo destinatario, también los sirvientes? Y recién cuando ven que lleva solo flores, y que ellos no las pueden agarrar:

[...]Inmediatamente fueron a decirle al Gobernante Obispo lo que habían visto. Cómo deseaba verlo el indito que otras veces había venido, y que hacía muchísimo rato que estaba allí aguardando el permiso, porque quería verlo. Y el Gobernante Obispo en cuanto lo oyó, dio en la cuenta que aquella era la prueba para convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba el hombrecito. Enseguida dio orden de que pasara a verlo. Y habiendo entrado, en su presencia se postró como ya antes lo había hecho. Y de nuevo le contó lo que había visto, admirado, y su mensaje. Le dijo: Señor mío, gobernante, ya hice, ya llevé a cabo según me mandaste.

La explicación de Juan Diego repite hasta en los detalles todo lo sucedido:

Así, fui a decirle a la Señora mi Ama, la Niña Celestial; Santa María, la Amada Madre de Dios, que pedías una prueba para poder creerme, para que le hicieras su casita sagrada, en donde te la pedía que la levantaras; y también le dije que te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su voluntad, como me lo encargaste. Y escuchó bien tu aliento, tu palabra, y recibió con agrado tu petición de la señal, de la prueba, para que se haga, se verifique su amada voluntad. Y ahora, cuando era todavía de noche, me mandó para que otra vez viniera a verte; y le pedí la prueba para ser creído, según había dicho que me la daría, e inmediatamente lo cumplió. Y me mandó a la cumbre del cerrito en donde antes ya la había visto; para que allí cortara diversas rosas de Castilla.

Caxtillan xochitl: "de Castilla" no necesariamente quiere decir el origen, sino que es ponderación de la calidad; prueba de ello es que los testigos españoles de las Informaciones de 1666 dijeron que eran "de Alejandría". (Ver también Num. 127, 154, 177, 182).

Con todo puede ser también signo de la unión de culturas.

Y cuando las fui a cortar, se las fui a llevar allá abajo; y con sus santas manos las tomó.
("venerables" tradujo antes el mismo P. Rojas )

De nuevo en el hueco de mi ayate las vino a colocar. Para que te las viniera a traer, para que a ti personalmente te las diera. Aunque bien sabía yo que no es lugar donde se den flores la cumbre del cerrito, porque solo hay abundancia de riscos, abrojos, huizaches, nopales, mezquites, no por ello dudé, no por ello vacilé.

Otra muestra de la fe directa del indio.

Cuando fui a llegar a la cumbre del cerrito miré que ya era el paraíso

(xochitlalpan: la tierra de las flores). El Paraíso es el lugar de la verdad, de la tierra florida.

Allí estaban ya perfectas todas las diversas flores preciosas, de lo mas fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas, de modo que luego las fui a cortar. Y me dijo que de su parte te las diera, y que ya así yo probaría; que vieras la señal que le pedías para realizar su amada voluntad. Y para que aparezca que es verdad mi palabra, mi mensaje,

Insistencia en la sinceridad del indio, que para la Virgen es "de toda confianza".

aquí las tienes; hazme el favor de recibirlas.

Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco había colocado las flores. Y así como cayeron al suelo todas las variadas flores preciosas, luego allí se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen de la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura que ahora está. en donde ahora es conservada en su amada casita, en su sagrada casita en el Tepeyac, que se llama Guadalupe.

En esta primera conclusión del relato la imagen aparece tras el testimonio del indio.

Cuando espiaban los sirvientes solo había rosas inagarrables.

La Virgen desde su imagen le dice al obispo que le crea al indio. Que crea que es verdad que la vida-tilma del indio ha sido tocada por la Virgen, "la madre del verdadero Dios por quien se vive".

Y que el Santuario es el signo y lugar de ese encuentro, que todo indio lleva impreso en el alma.

Lo que sigue del relato cuenta ya la fé del obispo en la Virgen y en el indio.

Y en cuanto lo vio el obispo gobernante y todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron.

Antes el indio se arrodillaba ante el obispo. Ahora desde la fe se invierten los papeles. El obispo se arrodilla ante la Virgen llevada por el indio.

Se pusieron de pie para verla, se entristecieron, se afligieron, suspenso el corazón, el pensamiento... Y el obispo gobernante, con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no luego haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra.

Y cuando se puso de pie, desató del cuello de donde estaba atada, la vestidura, la tilma de Juan Diego, en la que se apareció, en donde se convirtió en señal la Reina Celestial. Y luego la llevó; allá fue a colocar a su oratorio.

¿Signo de devoción o intento de apropiarse de la Virgen india?

Y todavía allí pasó un día Juan Diego en la casa del obispo, aún lo detuvo. Y al día siguiente le dijo: Anda, vamos a que me muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templo. De inmediato se convidó gente para hacerlo, levantarlo.

Y Juan Diego, en cuanto mostró en dónde había mandado la Señora del Cielo que se erigiera su casita sagrada, luego pidió permiso: Quería ir a su casa para ir a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy grave cuando lo dejó para ir a llamar a un sacerdote a Tlatilolco para que lo confesara y lo dispusiera, de quien la había dicho la Reina del Cielo que ya había sanado.

Acabada su misión el indio vuelve a la vida concreta. Sigue "no siendo su lugar de andar"el palacio eclesial.

Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa. Y al llegar vieron a su tío que ya estaba sano, absolutamente nada le dolía. Y él, por su parte, mucho admiró la forma en que su sobrino era acompañado y muy honrado; le preguntó a su sobrino por qué así sucedía, el que mucho le honraran;

El indio viejo se admira de que honren a un pobre.

Y él dijo cómo, cuando lo dejó para ir a llamarle un sacerdote para que lo confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyac se le apareció la Señora del Cielo; y lo mandó a México para ver al gobernante obispo, para que allí le hiciera una casa en el Tepeyac. Y le dijo que no se afligiera, que ya su tío estaba contento, y con ello mucho se consoló. Le dijo su tío que era cierto, que en aquel preciso momento lo sanó, y la vio exactamente en la misma forma en que se le había aparecido a su sobrino, y le dijo cómo a él también lo había enviado a México a ver al obispo; y que también cuando fuera a verlo, que todo absolutamente le descubriera, le platicara lo que había visto, y la manera maravillosa en que lo había sanado, Una nueva aparición "sanadora" a otro indio que también debe testimoniar ante el obispo el amor de la Madre misericordiosa.

y que bien así la llamaría, bien así se nombraría: La Perfecta Virgen Santa Maria De Guadalupe, su amada Imagen.

El nombre náhuatl que verosimilmente dio la Virgen a Juan Bernardino y que los oídos españoles asimilaron a "de Guadalupe" (en náhuatl no existe la G ni la D) tal vez nunca lo lleguemos a encontrar en ningún documento.

El nombre que se sugiera, tiene que dar satisfacción a muchas exigencias, y en especial al carácter todo de la narración, que es constructivo y amable; no hay ni sombra de reproche a las antiguas "idolatrías", sino siempre el utilizar lo positivo y legítimo para expresar el Mensaje. Proponemos aquí el nombre TLECUAHTLAPCUPEUH, cuyos elemento significarían: Tle-tl: fuego. Elemento que recuerda el lugar donde Dios vive y actúa. Cuauh-tli: águila. Símbolo del Sol y de la Divinidad. Tlapcup-a: del Oriente, de la región de la luz (que era también la región de la música. Euh: el verbo ehua en forma de pretérito. Dicha terminación se usa para indicar el sujeto que hace la acción y que continúa haciéndola. Significa: levantar, proceder de, disponerse a volar, revolar, entonar un canto. El significado de dicho nombre en su forma mas sencilla sería: la que procede de la región de la luz como el Águila de fuego (Dios).

Todo un resumen; comprensible para la teología indígena, pero incomprensible (y por tanto insospechable) para los españoles. Guadalupe significaría según los estudiosos de la lengua árabe: río de cascajo negro, o también: río de amor. La Virgen de Guadalupe de España suscitaba muchísima devoción entre los conquistadores. El nombre de la Virgen, ya aceptado por Valeriano, es otro signo de esa nueva mezcla de culturas. Aunque se impuso el español, ella es la Madre de todos los hombres que "en esta tierra están en uno". Por otra parte son indudables los rasgos mestizos y la simbología india en el vestido de la Virgen.

El final del nican mopohua reafirma todo lo actuado por la Virgen el indio y el obispo.

Y luego trajeron a Juan Bernardino a la presencia del gobernante obispo, lo trajeron a hablar con él, a dar testimonio. Y junto con su sobrino Juan Diego, los hospedó en su casa el obispo unos cuantos días, En tanto que se levantó la casita sagrada de la Niña Reina allá en el Tepeyac, donde se hizo ver de Juan Diego. Y el señor obispo trasladó a la iglesia mayor la amada Imagen de la Amada Niña Celestial. La vino a sacar de su palacio, de su oratorio en donde estaba, para que todos la vieran, la admiraran, su amada imagen. Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a ver, a admirar su preciosa Imagen. Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias. Mucho admiraron en que milagrosa manera se había aparecido, puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen. La amada imagen (Itlazoixiplatzin) será en adelante la Virgen.

Corolarios:

1. ¿Siempre tiene que haber un indio en el medio?

En Luján (Siglo XVII) el intermediario es un negro. Y la Virgen "se vuelve"hasta que no le devuelven al negro. La Iglesia oficial recién aparece 40 años después (número bíblico) con el padre Montalvo, a quien sana el negro con el aceite de la lámpara de la Virgen.

En el Valle (S. XVII) son los indios los que tenían la Virgen y le bailaban en la cueva de Choya, hasta que el español Zalazar se las sacó y la llevó a la Iglesia.

En Itatí también, aunque la imagen la trae Fray Bolaños, están por medio los indios itatines, es una talla indígena, y hay varios "robos" y "encuentros"de la imagen por parte de los indios.

2. ¿Cuantas formas del cristianismo popular vienen de los indios?

Fray Gerónimo de Mendieta:

"Para tratar de las fiestas que estos indios de la Nueva España (en especial los de México, Texcuco y Tlaxcala) hacían a sus dioses, es de saber cuanto a lo primero, que tenían su calendario por donde se regían, y tenían señalados sus días del año para cada uno de los diablos a quien hacían fiesta y celebraban, así como nosotros tenemos dedicado su día en tal o tal mes a cada uno de los santos.

[....]Hablando pues de las fiestas que hacían a sus dioses, es de saber que sus fiestas las solemnizaban y regocijaban mucho con adornar y tener muy limpios sus templos, muy barridos y muy compuestos de rosas y cosas verdes y alegres, y con cantares muy somnes a su modo, y bailes al mismo son, con mucho tiento y peso, sin discrepar en el tono ni en el paso, porque ésta era su principal oración (como arriba queda dicho). No parecía sino que andaban arrobados.

[...] Los bailes solemnes hacían por la mayor parte en el templo delante de sus dioses, o en el palacio del señor, o en el mercado. Pocas fiestas hacían sin borracheras a la noche, y otras cosas que de ella suelen suceder. En algunas fiestas llamaban y juntaban las mozas para bailar en corro, y al fin se volvía el baile en carne, muchas veces o por la mayor parte.

[...] Mayormente hacían este universal sacrificio y mortandad de todods los esclavos de guerra, en una muy grande y solemne fiesta, que tenían por la mas principal de todas, y la llamaban panquetzaliztli. Y antes que comenzasen tan cruel sacrificio, hacían procesión al ídolo huitzilopochtli en Mexico, en esta manera: vestido el papa de sus insignias y los cardenales (digamos) con él, luego por la mañana tomaba el mismo papa el dicho ídolo, y a mas andar o a correr, y los demás sacerdotes tras él, iban a Tenayuca que dista de México dos leguas, y de allí volvían a Tacuba, que del dicho lugar dista otras dos; y de allí a Cuyoacan otras dos, y de allí daban vuelta para Mexico que hay otras dos leguas. De suerte que era mediodía o mas cuando allí llegaban. Y si el ídolo no se le caía era buena señal: y si se le caía teníanla por mala.

[...] En la fiesta principal del dicho ídolo Huitzilopochtli, en un pueblo dos leguas de Mexico que se dice Iztapalapa, sacaban lumbre nueva (apagando todas las lumbres de las casas y templos) y de presto la llevaban a santificar ante el dicho ídolo a Mexico: para lo cual mataban y sacrificaban a un hombre, con cuya sangre rociaban el fuego nuevo, y de allí encendían fuego para poner ante susu dioses: y tomaba la gente lumbre, así para sus templos como para sus casas, aunque estuviesen una jornada y dos de Mexico, lo cual parece que hacían en el año que tenían como jubileo, de cincuenta y dos en cincuenta y dos....

[...] Aunque en algunos capítulos se ha tratado arriba de los sacrificios y servicios que estos indios hacían a sus dioses, no se ha hecho mención de los ayunos, que eran rigurosísimos los que el Demonio les enseñó, no por devoción que tiene a esta virtud, antes le es cruel enemiga (como lo testifica la misma Verdad, Cristo, por San Mateo), sino para por todas vías afligir a aquellos sus feligreses, sin que alcanzasen por su penitencia algún merecimiento.

En toda la tierra era general ayunar; mas no eran en toda ella generales los tiempos de ayuno, sino que cada provincia ayunaba a sus dioses según su devoción y costumbre que tenían recibida. Los mayores ayunadores eran los ministros del templo para dar ejemplo, y en esto conformaban con la costumbe de nuestra Iglesia católica, y con la razón, pues es mas justo que los que están dedicados al culto divino se ejerciten mas en estos actos penitenciales, que los que no se dedicaron al servicio de la Iglesia.

[...] Estos ayunos comunmente eran como vigilias de las fiestas, y según la fiesta era mas solemne, así el ayuno de su vigilia era de más días.

[...] Y acabados estos ochenta días, ponían un ramo pequeño en cierta parte del patio donde todos lo viesen, y era señal que todos se aparejasen para ayunar los otros ochenta días que quedaban hasta la gran fiesta de su dios Camaxtli.

[...] Todo el otro tiempo velaban, y ofrecían encienso echando brasas en sus encensarios todos juntos, y esto hacían muchas veces en el día y en la noche."

Conclusion de fray mamerto esquiú:

"¿Tanta dignación obró jamás la Virgen María entre tantos hijos suyos, sin comparación más dignos de su amor, que la que dispensó al pobre indio y a toda América? Sí, a toda América! Porque antes que los conquistadores formaran esa cadena de ciudades que enlazaban todo el Continenete desde Mejico hasta las últimas de Sud América, ya se había extendido como un lazo de amor una serie de Santuarios de María, focos de beneficios, de consuelos, de amor, de esperanzas para los católicos del Nuevo Mundo.

Como se la invocaba en el antiguo imperio de los Tlastecas, así resuena en el Pacasmallo, así resuena en la Plata, así se la invocaba en las márgenes del Titicaca, en Luján y finalmente en la Virgen del Valle. La piedad de María abraza la América desde el día mismo de su descubrimiento y desde un extremo al otro de su vastísimo Continente, y resaltando de un modo inefable la compasión al indígena; que no parece sino que para el consuelo de los indios abría esas puertas del Cielo en cada uno de sus Santuarios donde el pobre ora, canta, gime, espera y derrama lágrimas de dolor y de reconocimiento, y recibe en cambio lo que hay más puro, más santificador, más propiamente cristiano en el suelo de América!

[...] Pienso que la América ha tenido una vocación especial en orden a la Virgen María, que ha sido el terreno destinado por Dios para que en él se mostrase de un modo especial la riqueza de gracia que la fé en el misterio de la Inmaculada Concepción de María debía traer a los pueblos, como adorna y abasta de bienes a los corazones bien dispuestos.

[...] Ella suscita esos Santuarios que pueblan el Continente Americano, como el profundísimo espacio de los cielos están hermoseados y vivificados por las estrellas que en todos sus puntos resplandecen."

Anexo: salutación y súplica que hacía un principal al tlatoani recien electo.

Extractos. (En cursiva: las expresiones semejantes a las del Nican Mopohua)

Traducción literal

Persona, Tlatoani, tú preciosa persona, precioso, piedra preciosa, turquesa preciosa, ajorca, pluma preciosa, en verdad tu vienes a asentarte, en verdad aquí se ha dignado colocarte Tloque Nahuaque, Ipalnemoa. ...Lo que es cargado, la carga permanece, la cola, el ala ya no tiene madre, no tiene padre..... Y ahora, persona, señor nuestro, Tloque Nahuaque hace el calor, el día. Pues en verdad a ti te señala, te designa. Porque te pintó, te dibujó, te perfiló, te coloreó, Nuestro Señor.....se digna sentarte en la estera, en la silla, en su lugar de honra. ...En tu espalda, en tu seno, en tu lugar de cargar Nuestro Señor asienta lo que es cargado, la carga, la cola, el ala, los
macehuales, los voluntariosos los caprichosos.... y ahora, persona , señor nuestro, mi noble, ciñete la cabeza, aprietate la cabeza, arréglate. Ponte el quimili el cacaxtli. Que se pruebe, que se examine, que sea estimado el aliento, la palabra de Nuestro Señor. Quiza un poco afianzarás la carga, lo que es cargado, pero quiza también te tendrá como breve sueño te soñará, te tomará prestado el agua, el cerro.... oh mi noble señor nuestro, Tlatoani, mi pequeño hijo, Nuestro Señor Tloque Nahuaque se viene a burlar, porque el dispone, es antojadizo, se burla; como le plegue así lo querrá. En el medio de la palma de su mano nos está poniendo, nos está haciendo rodar, rodamos, somos bodoques. A una parte y a otra nos arroja. Nosotros le hacemos reír, de nosotros se está riendo. Obra con mucho tiento, considera bien esto ¿no soñamos?¿no vemos acaso en sueños nuestro don, nuestro merecimiento?Nuestro Señor coloca junto a tí, gasta en ti la fama, la honra y deja a alguno del que está aficionado. Pero quizá se separe de tí, quizá busque sustituto de ti. ¿Acaso Dios es pobre en amigos?¿acaso estás tu solo, tu unicamente?¿cuantos son sus amigos?¿cuantos sus conocidos?... Ahora ya eres diferente, eres respetado, eres digno de respeto; fuiste colocado aparte, estás lleno de honra, lleno de fama; eres valioso, eres admirable, eres persona preciosa; digno de ser guardado, digno de ser honrado, de ser tenido como hijo menor.

La carga lo que es cargado: quiere decir el pueblo, la gente común. Quimili, cacaxtli, tlamamaloni: son carga e instrumentos para cargar. Se utilizan para nombrar a la gente del pueblo. La cola, el ala, significa el pueblo la gente común. Angel M. Garibay K. Identifica al hijo menor como el heredero de todos los bienes.

Traducción de sentido.

Oh mi venerable señor, persona preciosa, en verdad llegas hoy al senorío, Dios se ha dignado colocarte en él..aquí está la gente de pueblo pero ya no tiene quie la guíe...Mas ahora, señor, Tloque Nahuaque hace que de nuevo haya luz pues te ha escogido...Esto fue determinado ya en el mundo divino y Nuestro señor te coloca en la dignidad...Por eso ahora te echas el pueblo a tus espaldas. Dios coloca bajo tu protección a los macehuales que son gente voluntariosa. Así que prepárate a realizar el gran esfuerzo. Que se cumplan los designios de Nuestro Señor. Quizá puedas fortificar a tu pueblo, pero quizá no dures mucho, porque Dios es arbitrario, se burla de nosotros.


 

Extractos del diario del P. Salvaire (1875): (Ver nota al final)

"El capitanejo Quiñehual, al pasar me señaló un rancho en el que vivía la hija del capitanejo Sandoval, perteneciente a la tribu de Namuncurá. Se había casado con un capitanejo de Chipitruz muerto hacía poco. Con aire triste me fue hablando del valle..."Dicen que cuando hay tormenta se oyen como unos lamentos de persona que solloza, y no es el viento que bien sabemos que también suele quejarse al pasar sus ráfagas por el ramaje de un saucedal. ¿No serán algunas almas en pena?. Dicen los gauchos que esas almas piden que les lleven sus huesos al camposanto y así no andarán ya apenados y penando por el triste valle. Sí , en esta costa del arroyo ha habido muchos muertos". Yo no le contradije su creencia pero recé en mi corazón por el eterno descanso de las víctimas de las guerras, especialmente de la guerra contra el indio.

Me dicen que los indios rezan y miran el sol apenas nace en el oriente, pero el sol no es el dueño de la vida, este es el "Chao", es decir el Padre. Comprobé que la religiosidad de los mapuches es muy profunda.

[...]Yo sé que los indios rezan al levantarse y antes de comer, de beber, de fumar, al emprender un trabajo o camino. Pero la oración solemne la hacen en comunidad y solamente en ciertas ocasiones o circunstancias particulares, ante todo en ocasión de sus rogativas (ñguillatún).

[...]La risa de los indios es tan espontánea como la de los niños; cuando están contentos se ríen de cualquier cosa y de nada. En cambio cuando andan entre los "gringos"o "huincás" están como tristes y desconfiados, apenas se animan a sonreír. Quizá tienen razón para tales actitudes, porque en sus parlamentos han oído muy tristes historias.

[...]Los indios del Carhué me trajeron a mí una vaquillona y la degollaron en mi presencia con gran presteza y gritos de contento. Abriendo el pecho con un tajo certero, el mas guapo introdujo la mano en la herida, y todos se apiñaron alrededor del animal sujetado por las piernas y aspas; extrajo el corazón palpitante, lo levantó en alto y ofreció a Dios la sangre caliente (la vida). Luego todos querían recoger un poco de sangre para tomarla caliente en sus cuernos o chifles. Ellos dicen que la sangre los hace fuertes. Yo solo puedo decir que luego el asado fue riquísimo, y lo que los indios desperdiciaron de la carne, se la llevaron los muchos perros que siempre los acompañan.

[...]Todos estaban celebrando con beberajes. Y en vez de buenos saludos recibimos ruidosos insultos de borrachos. El indio mamado es malo y peligroso; puede herir o matar a su mas querido amigo.

[...]Después se levantó el enérgico cacique Anügner, conocido jefe de malones, quien evocó una serie de infidelidades, engaños y crueldades de los blancos para con los indios. A mi me señaló como brujo negro y emisario de la peor laya. Criticó desde mi talar hasta mi coronilla clerical y despertó con sus encendidas palabras una ola de sentimientos hostiles, una conmoción de los ánimos de muchos de los trasnochados. Se levantó también el cacique Milla Hueque, borracho, borracho, y me insultó con las imágenes mas grotescas. Otros caciques mas repitieron eso de que yo era brujo, que sus adivinos se lo habían dicho. Afirmaban que la carga de mi carro eran las raciones que el gobierno les debía por el contrato y a gritos ordenaron que fuera repartida entre la gente.

Entonces se armó un tumulto tremendo. Todo el mundo se abalanzó sobre nuestro carro, sobre nuestras provisiones, sobre nuestros caballos. Un saqueo completo... Triste e impotente tuve que contemplar el despojo. Principalmente me afligía pensar que ya no tendría con qué pagar a los caciques por el rescate de cautivos y quizás me vería privado de un medio para volver...¡Dios mío! Empecé a temblar de angustia; temblaba por mi destino. Me encomendé a Dios y a la Virgen Santísima. Le prometí bajo promesa o voto formal hacer alguna obra que ensalzara a la Virgen de Luján, cuyo asiduo servidor quería ser para siempre. Le prometí también escribir y propalar la historia de la santa imagen y de su santuario y me invadió una gran paz, aunque oía gritos de muerte y de condena.

Dominando la situación, Namuncurá pidió el dictamen final. Parece que existía entre ellos la costumbre de manifestar su opinión, afirmativa o negativa, bebiendo o no del mate que se daba a circulación. Don Bernardo y su cuñado, el cacique Reumay, lo apartaron con gesto ostensible. De inmediato se oyó un sordo murmullo en la asamblea, y ya el silencio estaba por estallar en palabras de protesta, cuando se levantó don Bernardo. Vociferaba que los enemigos del padre Salvare eran unos infames canallas, que todo lo dicho por ellos eran calumnias; que el misionero, lejos de ser espía de Alsina, era amigo sincero de los paisanos. Terminadas sus enérgicas palabras, se acercó a mí, puso sobre mi hombro su propio poncho en señal de su protección, y juró ante todos acabar con el primero que osara agredirme.

[...]Namuncurá me quiso consolar diciéndome que había soñado que en tres días Dios vendría a darme su mano derecha.

Mi estado de ánimo se debatía todo el día entre la confianza en Dios y en su santa Madre y un profundo abatimiento.

[...]Namuncurá y los demás jefes mostraron especial placer en que les regalara medallas de la Virgen y me encargaron cruces de plata. ¡Me pareció esto tan raro! Solo Dios conoce sus corazones.

Es ya el cuarto día que paso en Salinas Grandes. Nunca imaginé este mundo indígena, ni las dificultades que había de padecer. Aún me debato entre esperanzas e incertidumbres, pero confío en Dios y en la protección de nuestra Madre Santísima."

(Extractos del libro: "Una excursión apostólica del Padre
Salvaire a Salinas Grandes"

de Meinrado Hux. El Diario abarca del 20 de octubre al 21 de noviembre de 1875.)


 

Nota:(Según la opinión de un conocido sacerdote historiador, dicho libro no es demasiado serio)